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Egipto fue escenario ayer de graves disturbios entre partidarios y opositores del depuesto presidente Mohamed Mursi que han dejado muertos en todo el país, en un «viernes de la ira» que ha despertado los temores hacia una guerra civil.

Las cifras de víctimas son todavía dispares: por el momento, el Ministerio de Sanidad ha confirmado solo 17 muertos y 82 heridos en todas las provincias, mientras que los Hermanos Musulmanes, grupo al que perteneció Mursi hasta que accedió a la Presidencia, señalaron que en la capital murieron más de cien personas. En total, desde el pasado miércoles han fallecido más de 700 personas.

Viernes sangriento

Tanto fuentes de los servicios de seguridad como medios estatales egipcios no han parado de informar durante toda la jornada sobre víctimas en distintos puntos de Egipto, como Alejandría (norte), Ismailiya (este), Damieta (norte) y Sohag (sur).

Los disturbios comenzaron después de la oración del mediodía del viernes durante las protestas que los seguidores de Mursi habían convocado desde varias mezquitas para rechazar el desmantelamiento de sus acampadas el miércoles pasado por la policía.

La concentración más importante tuvo lugar en el barrio de Ramsés, en los alrededores de la mezquita de Al Fath. Allí estallaron los choques más graves de la capital entre ambos bandos, en los que se emplearon armas de fuego y que -según los Hermanos- causaron más de 60 muertos.

El Ejército, como adelantó el Gobierno, utilizó sus armas de fuego e intensificó sus refuerzos en los alrededores de la plaza Tahrir, adonde mandó carros de combate, al igual que en otras zonas sensibles de la capital y de las provincias.

Tanto en la capital como en otras provincias se sucedieron los ataques contra comisarías, iglesias, sedes de gobernaciones provinciales y cortes de carreteras con neumáticos incendiados. Los altercados fueron especialmente virulentos en la segunda ciudad del país, Alejandría, en el norte, donde al menos 16 personas perdieron la vida y más de cien resultaron heridas.