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Unas 100.000 personas, según el alcalde Roma, asistieron ayer en la plaza de San Pedro al penúltimo ángelus dominical de Benedicto XVI como Papa, que «suplicó» a los fieles que recen por él y por el próximo pontífice e invitó en este tiempo de Cuaresma a toda la Iglesia a la renovación.

«Viva el Papa» y «Benedicto, Benedicto» fueron los gritos de los fieles que, desde varias horas antes del mediodía, esperaban la aparición en la ventana de su apartamento del santo padre, quien presentaba buen aspecto físico, aunque el algunos momentos su tono de voz era bajo.

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«Agradezco de corazón a todos su oración y afecto en estos días. Os suplico que continuéis rezando por mí y por el próximo papa, así como por los ejercicios espirituales, que empezaré esta tarde junto a los miembros de la Curia Romana», afirmó en español.

El Pontífice hizo votos para que en este tiempo de Cuaresma la contemplación de la pasión, muerte y resurrección de Cristo ayude a los fieles a seguir más de cerca a Cristo, subrayó que la Cuaresma es tiempo de conversión y penitencia y que la Iglesia «llama a todos sus miembros a renovarse y a renegar del orgullo y del egoísmo y vivir en el amor».

Por otra parte, el teólogo disidente Hans Küng teme que, tras la renuncia de Benedicto XVI, se genere una especie de «papado en la sombra», dominado por el entorno de Joseph Ratzinger y especialmente por su secretario, Georg Gänswein.

«Existe la amenaza de que Benedicto XVI sea un papa en la sombra, ya que a pesar de su renuncia seguirá teniendo indirectamente mucha influencia», apunta el teólogo suizo en declaraciones a ‘Der Spiegel’.