Benedicto XVI, apoyado en un bastón, llega al Aula Pablo VI para una reunión con los sacerdotes de la Diócesis de Roma. | MAX ROSSI

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Benedicto XVI dio ayer su visto bueno al nuevo presidente del Banco Vaticano. Éste se hará cargo del Instituto para las Obras de la Religión en los próximos días. Al parecer se trata de un banquero belga. Es curioso que un papa que se va cierre uno de los puestos que más quebraderos de cabeza han dado a los pontífices. Benedicto XVI es un hombre frágil de decisiones y palabras firmes. Y lo está dejando claro en la recta final del pontificado.

El sillón del presidente del Banco Vaticano estaba vacante desde el 26 de mayo. Es un puesto innecesario, sus funciones las cubren perfectamente, el Consejo de Administración, han dicho en estos meses en la Santa Sede. Y, sin embargo, en el momento del adiós, Joseph Ratzinger lo deja como herencia, según RNE.

La decisión de nombrar nuevo presidente del banco alimenta las incógnitas que se viven en la Santa Sede. ¿Cómo será la convivencia de dos papas? ¿Cuál será el papel de Ratzinger? ¿Qué tratamiento debe recibir un papa dimisionario?

Por cierto que el alcalde de Roma, Gianni Alemano, ha pedido al primer ministro, Mario Monti cinco millones de euros para dotar de la infraestructura necesaria a los actos de las próximas semanas en Roma.

Ventajas

El hecho de que el Vaticano albergue dentro de sus muros a un papa que dejará de serlo, Joseph Ratzinger, y a su sucesor, que será elegido en un cónclave, es considerado por algunos teólogos como una «ventaja» para el nuevo Pontífice y para otros un «peligro». Para el teólogo alemán Hans Küng, «el peligro es que Ratzinger quedándose en Roma asuma el papel de un papa sombra. Hubiese preferido que hubiera decidido retirarse a meditar y a rezar en su Baviera natal», aseguró hoy en una entrevista al diario La Repubblica .

«Es ya embarazoso si en una parroquia el viejo párroco se queda al lado del nuevo, imaginémonos un viejo papa junto a uno nuevo», agregó el compañero de estudios de Joseph Ratzinger en la Universidad de Friburgo (Alemania). Benedicto XVI renunciará oficialmente a su pontificado el día 28 de febrero a las ocho de la tarde, que es la hora cuando él deja de trabajar, pero tres horas antes se trasladará a la residencia de los papas en Castel Gandolfo, localidad situada a unos 30 kilómetros de Roma.