El candidato republicano, Mitt Romney, su esposa, Ann (i), y la exsecretaria de Estado Condolezza Rice. | Andrew Gombert

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Mitt Romney, un hombre de éxito en su trayectoria empresarial y política, fue elegido hoy oficialmente por el Partido Republicano como su candidato a la Presidencia de EE.UU. en las elecciones que se celebrarán el 6 de noviembre y que le enfrentarán al demócrata Barack Obama.


Los delegados presentes en la Convención Republicana anunciaron, estado por estado, sus votos y dieron una mayoría abrumadora al exgobernador de Massachusetts, así como a su compañero de tándem y candidato a la Vicepresidencia, el congresista por Wisconsin Paul Ryan.

En el recuento final, Romney obtuvo 2.061 delegados, frente a los 190 de Ron Paul, el único rival que hasta el último momento le negó su apoyo.

Romney, de 65 años, ve culminado esta noche el sueño de acceder a la nominación, después de fracasar en un intento anterior, en 2008, y de haber tenido que superar este año una larga campaña de primarias en la que fue desafiado por una decena de rivales dentro del partido.

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Está previsto que Romney se dirija a la Convención el jueves por la noche, con un discurso en el que aceptará la nominación y expondrá su estrategia para devolver la Casa Blanca a los republicanos.
A lo largo de la jornada de hoy, los participantes en la Convención Republicana pusieron el énfasis en la necesidad de derrotar al presidente Barack Obama, un político que no es apto, según dijeron, para arreglar la economía.
«Nunca ha dirigido una empresa. Ni siquiera ha revendido en un mercadillo o mirado el interior de un puesto de limonada», dijo el presidente del partido, Reince Priebus, en alusión a Obama.
Romney se presenta ante el electorado como un gestor exitoso, que fundó y gestionó con beneficios la firma de inversiones Bain Capital, salvó de la quiebra los Juegos Olímpicos de invierno celebrados en Salt Lake City en 2002 y gobernó con mano suave el estado de Massachusetts, donde redujo el déficit e instauró un sistema de cobertura médica en el que terminó inspirándose Obama.

Con fama de moderado, por su talante y su experiencia de gobierno en Massachusetts, uno de los estados más liberales de EE.UU., Romney radicalizó su discurso para ganarse el respaldo de los sectores más conservadores, que lo siguen viendo con recelo.

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