Un grupo de mujeres hace cola a las puertas de una comisaría de policía en Trípoli para depositar su voto. | Reuters

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En la histórica jornada electoral que se celebró ayer en Libia, la primera desde 1964, el júbilo desbordado de los habitantes de Trípoli, en el oeste, contrastaba con la incertidumbre mostrada por los votantes de Bengasi, donde un colegio electoral fue asaltado por hombres armados.

En la capital del país, numerosos vehículos recorrían los barrios de la ciudad con banderas y tocando el claxon para festejar las elecciones al Consejo Nacional General, que sustituirá al actual Consejo Nacional de Transición, máxima autoridad del país desde el estallido de las revuelta popular armada que acabó con el régimen de Muamar al Gadafi.

Tras ejercer su derecho al sufragio, el primer ministro transitorio, Abderrahim al Kib, aseguró que las elecciones «se están llevando a cabo de manera extraordinaria, aunque con alguna excepción».

Al Kib subrayó que «los libios sorprenderán al mundo» con estas elecciones e indicó que la situación de seguridad «es estable y está bajo control».

Sin embargo y a pesar del gran despliegue de seguridad, el ambiente festivo de la capital contrastaba con la situación en Bengasi, la segunda ciudad del país, y en otras localidades del este, donde se produjeron varias agresiones contra centros electores, que forzaron a suspender momentáneamente las elecciones en las localidades de Ajdabiya y Brega.

Según una fuente de seguridad de Bengasi, grupos de libios defensores del federalismo, que consideran que el este del país estará infra-representado en la asamblea legislativa que se elegía ayer, y algunos islamistas radicales irrumpieron en varios centros de voto y quemaron o robaron las urnas poco después de la apertura de los colegios.

Desde hace tres días grupos de manifestantes mantienen cerrados varios puertos petroleros en la región de Brega para exigir un reparto más equitativo de los 200 escaños del Consejo Nacional General.