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El coronel Muamar al Gadafi, muerto a manos de los rebeldes en su ciudad natal, Sirte, el pasado 20 de octubre, fue enterrado hoy en secreto en las arenas del desierto libio, para evitar que su tumba se convierta en lugar de peregrinación.

Así, lo confirmó a Efe una fuente del Consejo Militar de la máxima autoridad rebelde Saada Abu Shiha, que aseguró que «hoy ha sido el entierro en un lugar del desierto».

«Deberían haberlo arrojado al mar para que se lo comieran los peces, ahora sólo espero que en el desierto se lo coman los perros», con estas palabras reaccionaba en la plaza de los Mártires de Trípoli, Yusef Tarhuni, un parado libio que prefiere que lo llamen un «trabajador libre».

Tarhuni, que se enerva cuando habla de quien gobernó el país durante 42 años, insiste en que Gadafi «no merece estar enterrado en tierra libia».

«Estuvimos aplastados por él durante cuarenta años», asegura apretando con fuerza y odio el puño de su mano derecha a la altura del pecho, «sólo se merecía que se lo comieran los peces», insiste este ciudadano tripolitano.

Abdel Baset Husein, un ingeniero que en el conflicto armado se convirtió en comandante de campo de la Brigada los Mártires de Libia, insistió en que «según los ulemas, Gadafi no era musulmán, sino un infiel».

Sin embargo, aunque la mayoría de los testimonios recogidos en la calle apuntan hacia la misma dirección, algunas voces consideran excesivo el trato que se le ha dado a su cadáver.

«No está bien, se lo tenían que haber entregado a su familia para que lo enterrara, al final era una persona, ¿cómo lo han podido enterrar en el desierto?», dijo a Efe Ahlam Hasan, que se pasea con su marido y sus dos hijos por la plaza de los Mártires.

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Y es que el entierro de Gadafi, muerto el pasado jueves, ha tenido lugar después varios días de polémica durante los cuales su cuerpo y el de su hijo Mutasem, fallecidos ambos después de haber sido detenidos vivos por los rebeldes, fueron expuestos en Misrata a la vista de todo aquel que quiso acercarse a verlos.

El muftí de Libia, el jeque Al Sadiq al Guerian, emitió hace dos días un edicto religioso en el que subrayó que no era legítimo rezar por Gadafi en los templos musulmanes.

En la fetua, recogida por los medios locales, Al Gueriani asegura que «puede ser enterrado en un cementerio musulmán, pero sólo pueden lavar su cuerpo y rezar por él sus familiares», según recoge el periódico libio Febrero.

En el edicto emitido por la máxima autoridad religiosa, que las autoridades del Consejo Nacional Transitorio (CNT) dijeron que respetarían, se insistía, asimismo, en que fuera enterrado en una tumba sin identificar para evitar conflictos entre los libios y que se convierta en un lugar de peregrinación.

Según el canal catarí Al Yazira, Gadafi fue enterrado al alba junto a su hijo Mutasim y a su ministro de Defensa Abu Bakr Yunes, que murieron como él el pasado jueves en Sirte en circunstancias muy similares.

El canal también aseguró que miembros de la tribu del exlíder, los Gadafa, estuvieron presentes en el sepelio.

Con el entierro de Gadafi se pone final a varios días de tensiones entre las autoridades centrales y los rebeldes de Misrata, una de las ciudades que más sufrió el asedio de las brigadas gadafistas y cuya participación en la toma de Trípoli y de Sirte fue decisiva.

Las milicias misratíes que detuvieron a Gadafi el pasado jueves después de que este hubiera sobrevivido a un ataque de la OTAN contra el convoy en el que huía de Sirte, se apresuraron tras su arresto a llevarlo a su ciudad como si se tratara de un trofeo de guerra.

Tumbado sobre la parte delantera de un coche, rodeado de una caravana de vehículos y de decenas de rebeldes que festejaban su detención, pasearon al dictador al que, como muestran algunas grabaciones, humillaron y golpearon brutalmente antes de su muerte.