El presidente de Ecuador, Rafael Correa, ayer en el Palacio de Gobierno de Quito. | Efe

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El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, ratificó a los cancilleres de la Unasur, que lo visitaron en Quito para expresarle su apoyo, que fue un intento de golpe de Estado la rebelión de policías ocurrida el jueves y que, tras el fracaso de esa estrategia, el «plan B» era matarle y «provocar una guerra civil». El mandatario, que vivió el momento más difícil en sus más de tres años y medio en el poder, revivió ayer ante los medios de comunicación y los cancilleres suramericanos el cautiverio al que fue sometido durante la sublevación de policías insatisfechos por unos supuestos recortes a sus privilegios salariales.

Los cancilleres de Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela y los delegados de Brasil y Guayana, ratificaron en Quito su condena al intento golpista en Ecuador y anticiparon su intención de elaborar un estatuto para afrontar este tipo de fenómenos.

Rescate

El mandatario reconoció que su pueblo y policías y militares fieles a su Gobierno lograron rescatarle del encierro en un hospital policial y que por ello salió victorioso. No obstante, dijo que en Ecuador «no hay nada que celebrar... Es un día de luto para la patria», porque en los enfrentamientos en torno al hospital fallecieron, al menos, ocho personas, entre ellas un estudiante universitario con disparos en la cabeza.

Reiteró que la estrategia era generar un golpe de Estado, pero que ante el fracaso de ese plan, «los sublevados quisieron matarme. Los sublevados querían provocar un levantamiento general de la policía y los militares, lo que hubiese llevado al país a un caos social». Ayer la calma era general en las calles de Ecuador y en los cuarteles militares y policiales del país.