Cameron, junto a su esposa, frente al número 10 de Downing Street. | Reuters - TOBY MELVILLE

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El Partido Conservador británico volvió ayer al poder después de 13 años en la oposición, con David Cameron como primer ministro y con el respaldo político del Partido Liberal Demócrata, lo que supondrá el primer Gobierno de coalición que dirige el Reino Unido desde la II Guerra Mundial.
David Cameron, que a sus 43 años es el jefe del Gobierno británico más joven desde principios del siglo XIX, se convirtió en el nuevo inquilino del número 10 de Downing Street después de que la reina Isabel le designara oficialmente como primer ministro en un breve encuentro en Buckingham.
Antes de cruzar el umbral de la puerta en compañía de su esposa, Sarah, embarazada de cinco meses, Cameron realizó una breve declaración, que comenzó con un agradecimiento a su predecesor, el laborista Gordon Brown, por su «larga dedicación a la vida pública».
Haciendo gala del mejor fair play británico, Cameron admitió que después de 13 años de Gobiernos laboristas, el Reino Unido es un país «más abierto en casa y más compasivo fuera».
Sobre el Gobierno de coalición que formará con el Partido Liberal Demócrata de Nick Clegg, que le permitirá tener la mayoría parlamentaria que las urnas le negaron el pasado día 6, el nuevo primer ministro admitió que afrontará «problemas acuciantes».
Problemas acuciantes
Sus primeras palabras como jefe del Gobierno fueron para destacar la necesidad de afrontar con urgencia «un déficit enorme, serios problemas sociales y un sistema político que debe ser reformado». «Por estas razones, mi intención es formar una sólida coalición entre los conservadores y los liberaldemócratas. Creo que es la manera correcta de dar a este país el Gobierno sólido, estable, bueno y decente que creo que necesitamos con urgencia», afirmó.
«Somos líderes políticos que queremos dejar de lado las diferencias de partido y trabajar duro por el bien común», aseguró, sin dar detalles sobre los términos del acuerdo político.
Cameron prometió que su Gobierno «siempre cuidará de los mayores, de los frágiles y de los más pobres», y que desarrollará su tarea a partir «de los valores de libertad, justicia y responsabilidad».
Fue la declaración de un primer ministro que afronta la difícil tarea de consolidar la recuperación económica británica y de aplicar los recortes al gasto público que defendió durante la campaña electoral y que pueden convertirle con rapidez en un Gobierno altamente impopular, porque serán muchos los sectores afectados.
Al frente de la política económica, según las primeras informaciones, estará George Osborne, hasta ahora responsable económico de los 'tories' y estrecho colaborador de Cameron. El líder de los liberaldemócratas, Nick Clegg, asumirá un puesto crucial y sería viceprimer ministro.
La jornada también tuvo una gran carga simbólica con la salida de Brown de Downing Street, porque representó el fin de una era, la que arrancó en 1997 con la llegada de Tony Blair al poder del brazo del Nuevo Laborismo. Con la voz quebrada, Brown se despidió afirmando que fue «un privilegio servir» como primer ministro británico y que hizo lo posible por convertir el Reino Unido en «un país más tolerante, más ecológico, más democrático, más próspero y más justo».
Tras presentar su dimisión a la Reina, se reunió con militantes laboristas para anunciar que Harriet Harman, hasta ahora 'número dos' del partido, asumirá provisionalmente el liderazgo de esta formación hasta que se designe a un nuevo líder en su lugar.