El entonces cardenal Ratzinger, de cuyo Pontificado se cumplen ahora cinco años, dando la comunión al entonces Papa. | Efe - MAURIZIO BRAMBATTI

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El Papa reconoció ayer que la Iglesia debe «hacer penitencia» frente a «los ataques del mundo» que le hablan de sus «pecados», según declaró durante la misa que celebró en el Vaticano ante los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica.
«Debo decir que nosotros, los cristianos, también en los últimos tiempos, a menudo hemos evitado la palabra penitencia, que parecía demasiado dura. Ahora, bajo los ataques del mundo que nos hablan de nuestros pecados, vemos que poder hacer penitencia es gracia y vemos que es necesario hacer penitencia, reconocer lo que hay de equivocado en nuestra vida», declaró.
«El dolor de la penitencia, es decir, de la purificación y de la transformación, este dolor es gracia, porque es renovación, es obra de la misericordia divina», explicó Benedicto XVI.
Aunque el Papa no mencionó directamente el debate sobre los delitos de pedofilia cometidos por sacerdotes en distintos países, sus palabras sobre la necesidad de hacer «penitencia» podrían enlazarse con esta problemática.
Por su parte, el teólogo heterodoxo Hans Küng ha llamado a todos los obispos a una rebelión contra el Papa, a quien acusa de haber fracasado ante los grandes retos del presente, como la aproximación a los judíos y a los protestantes o la reconciliación de la Iglesia católica con la ciencia moderna.
Benedicto XVI, según dice Küng en una carta abierta a todos los obispos del mundo y reproducida en varios medios europeos, relativiza permanentemente los textos del Concilio Vaticano II y cierra sistemáticamente los esfuerzos de renovación del catolicismo.
Crisis de cofianza
A todo ello, agrega el teólogo, se han agregado los recientes escándalos de pederastia dentro de la Iglesia católica, que han llevado a una «crisis de confianza y de liderazgo sin precedentes».
Küng dice que es innegable que la práctica de ocultar los casos de pederastia que se practicó durante mucho tiempo fue dictada por la Congregación para la Defensa de la Doctrina de la Fe cuando el cardenal Joseph Ratzinger, el actual Benedicto XVI, era el prefecto de la misma.
Küng pide a los obispos que no guarden silencio ante directivas de El Vaticano que consideren erróneas y que no envíen a Roma declaraciones de obediencia sin exigencias de reformas. Además, exige recuperar un principio fundamental del Concilio Vaticano II que quiso poner fin a la autarquía del Papa y hacer que su autoridad dependiese del consenso permanente de los obispos.