El funeral castrense del dictador Augusto Pinochet no estuvo exento de solemnidad. Foto: MAX MONTECINOS/REUTERS

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NELSON SANDOVAL-SANTIAGO
El ex dictador Augusto Pinochet fue despedido con honores militares en un funeral al que acudieron unas 4.000 personas para despedir al militar que fue calificado como «testimonio de una época» por el jefe del Ejército, Oscar Izurieta. Mientras se celebraba el funeral, en otro punto de Santiago, frente al palacio presidencial de La Moneda y ante el monumento a Salvador Allende, organizaciones de derechos humanos y de izquierda participaban en otro homenaje, en recuerdo a las víctimas de la dictadura. Las exequias de Pinochet tuvieron lugar tras un velatorio de 24 horas en las que unas 60.000 personas desfilaron ante al féretro de Pinochet. En la ceremonia se registraron momentos de tensión al llegar la ministra de Defensa, Vivianne Blanlot, que fue recibida con pifias e insultos que se extendieron a la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, por parte de seguidores de Pinochet. El Gobierno descartó otorgar honores de Estado a Pinochet porque no había llegado al poder por medios legítimos, según explicaron fuentes oficiales.

Lucía Pinochet, la mayor de las hijas del fallecido, destacó su figura de «gran hombre, sabio, bueno y admirado» y pidió mantener «viva la llama de la libertad que el 11 de septiembre de 1973 sembró para siempre». El presidente del cuerpo de generales y almirantes en retiro, Juan Guillermo Toro, destacó el derrocamiento del presidente Allende por Pinochet, quien, dijo, «dominó la insurgencia armada e inició profundas transformaciones que permitieron poner en marcha el proceso de reconstrucción nacional». Según el presidente de la Fundación Pinochet, Hernán Guiloff, «el país entero rinde un homenaje al hombre que cambió la historia de Chile, al arquitecto del nuevo Chile». Por su parte, el ex ministro de la dictadura Carlos Cáceres, destacó los logros económicos del régimen de Pinochet y afirmó que los militares intervinieron en un momento que en que se habían «cercenado las libertades individuales« en su país.

Durante los discursos, los seguidores estallaron en aplausos y vítores cada vez que se mencionó el golpe de 1973 o cómo Pinochet «derrotó al marxismo», y en silbidos de repudio cuando se nombró a algún detractor, como cuando el general Izurieta mencionó al ex presidente Patricio Aylwin. En su intervención, Izurieta reseñó la trayectoria militar de Pinochet y logró eludir las referencias políticas al dejar «a la Historia el examen objetivo y justo sobre su protagonismo en los sucesos políticos, económicos y sociales». Al referirse a su periodo como dictador, «la decisión más difícil de su vida», Izurieta dijo que «otros actores serán los encargados de justipreciar esa etapa de su vida, con sus luces y sombras» y subrayó la actual política del Ejército de respeto a los derechos humanos. Matizó, en todo caso, que Pinochet alguna vez se condolió por el sufrimiento de las víctimas y aceptó la competencia de los tribunales. Una de las intervenciones más destacadas fue la de Augusto Pinochet, uno de los nietos del fallecido, quien con uniforme de oficial, alabó a su abuelo por haber derrotado «el modelo marxista no mediante el voto, sino más bien, derechamente por el medio armado». Sus palabras suscitaron un aplauso cerrado de los asistentes, que en cambio, siguieron en silencio las más coloquiales de otros dos nietos, María José Martínez y Rodrigo García.