Estado en el que quedó un coche bomba utilizado por uno de los suicidas.

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EUROPA PRESS-BAGDAD
Los ataques contra las fuerzas de seguridad y de ocupación estadounidenses y la violencia sectaria entre chiíes y suníes volvió a provocar una jornada dramática en Iraq. Un atentado suicida en la ciudad santa chií de Kerbala provocó 22 muertos y heridas a medio centenar de personas. Otros dos ataques con coches bombas conducidos por suicidas tan sólo horas más tarde causaron otros once muertos y más de 20 heridos. Además, el odio entre comunidades volvió a mostrar su reverso más cruento con el hallazgo, por parte de la policía iraquí, de 43 cadáveres en Bagdad, todos ellos con impactos de bala y signos claros de haber sido torturados.

Este ataque fue precedido por otros dos atentados en un barrio suní de Bagdad, aunque contra un puesto de control policial y contra una patrulla, que causaron otros once muertos.

El primer suicida atentó contra viviendas gubernamentales en la ciudad de Kerbala, una población muy venerada por los chiíes, por ser el lugar donde descansan los restos de imanes de esta comunidad. La explosión causó 22 muertos y cerca de medio centenar de heridos.

La violencia es un hecho en diario en Iraq que no ceja pese a los esfuerzos del Gobierno de Yauad al Maliki. De hecho, según el Ministerio de Migración, más de 14.700 familias iraquíes se han visto obligadas a huir de sus hogares debido a la violencia. «La solución está en manos de los ministerios de Interior y Defensa», afirmó la ministra Suhaila Abed Jaafar.

«Desde la catástrofe del santuario de Samarra la cifra subió drásticamente», explicó la ministra, refiriéndose a la destrucción el pasado febrero de uno de los templos chiíes más venerados por esta comunidad, que desencadenó una escalada de enfrentamientos entre suníes y chiíes. Antes de que esto ocurriera y la violencia sectaria se desatara «la cifra de familias desplazadas no superaba las decenas», concluyó Abed Jaafar.