Un Bush claramente más cómodo que hace una semana, y que evitó los
gestos de impaciencia que tanto se le criticaron entonces,
aprovechó la primera pregunta para asestar el primer golpe y sentar
el tono, cortés pero rotundo, con el que se desarrolló el debate.
Kerry «cambia de posición a menudo», aseguró el presidente, quien
se pregunto: «¿Cómo se puede dirigir a un país cuando cambias
constantemente de posición?».
A priori, el formato de este segundo encuentro favorecía a Bush,
un hombre con mayor simpatía natural que Kerry. Los candidatos
debían responder a las preguntas del público, elegido entre
votantes indecisos, y podían moverse y caminar por el plató,
instalado en el pabellón deportivo de la Washington University de
San Luis (Misuri).
El senador demócrata acusó a Bush de haber «convertido esta
campaña en un arma de engaño masivo», al defender la invasión de
Irak cuando el jefe de la misión de inspectores, Charles Duelfer,
certificó esta semana que en el país árabe no había armas
prohibidas. «El mundo es hoy un lugar más peligroso, gracias a los
errores de juicio del presidente», denunció Kerry.
Ambos mantuvieron un intenso intercambio verbal, y aunque las
complejas reglas les impedían interpelarse el uno al otro, con
frecuencia se miraron a los ojos directamente. Bush evitó los
gestos de impaciencia y las vacilaciones que se le criticaron hace
una semana. Quizás su único momento de duda se produjo cuando se le
preguntó qué errores había cometido en su gestión.
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