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A las 6.30 de la mañana hora de Moscú del 19 de agosto de 1991, un despacho de la agencia oficial TASS anunció al mundo que Mijaíl Gorbachov, entonces de vacaciones en Crimea, dejaba la Presidencia de la URSS «por motivos de salud». La fórmula, tradicional para apartar a jerarcas soviéticos, era anunciada por una junta golpista del ala dura del PC que incomunicó al presidente, asumió «provisionalmente» el poder e impuso el estado de emergencia.

El mundo conoció con catorce horas de retraso lo que había comenzado la víspera, cuando emisarios de la junta se personaron en la residencia del presidente y le exigieron que decretara el estado de excepción en el país o que dimitiera voluntariamente. Gorbachov se negó tajantemente a reconocer la autoridad de los golpistas, tras lo cual fue despojado del «maletín nuclear» y quedó bajo vigilancia.

Incapaz de frenar la evolución democrática del país impulsada por Gorbachov y conservar sus posiciones, la «nomenklatura» del PC dio el golpe para evitar la inminente firma de un Tratado de la Unión llamado a descentralizar y liberalizar el imperio soviético, desgarrado por poderosos procesos centrífugos. El poder supremo fue usurpado por un Comité Estatal de Emergencia (GKChP) formado por ocho colaboradores más cercanos de Gorbachov, entre ellos el vicepresidente Guennadi Yanáyev, el primer ministro Valentín Pávlov, el jefe del KGB Vladímir Kriuchkov y los titulares de Defensa, Dmirti Yázov, y de Interior, Borís Pugo.

En un llamamiento al pueblo, el Comité anunció que asumía «la responsabilidad por los destinos de la patria» para adoptar «enérgicas medidas para salir de la crisis», pues «sobre el país pende una seria amenaza», fruto de la «política de reformas» de Gorbachov. A primeras horas de la mañana carros blindados y tropas entraron en Moscú y tomaron posiciones en torno al Comité Central del PC, la agencia TASS, la Radiotelevisión y las residencias estatales, así como en los cruces de las principales calles de la capital.