La dirigente de Podemos en un acto con mujeres del partido en enero de 2019. | Efe

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Ni un paso atrás en derechos ha sido la máxima de Irene Montero en su carrera política y al frente del Ministerio de Igualdad, al que llegó en 2020 con 31 años en el primer gobierno de coalición de la etapa democrática en España y en el que deja como huella la pionera y controvertida ley del solo sí es sí.

Y paradójicamente, el paso atrás que muchos le pedían en los últimos días y al que se va a resistir hasta el final, puede llegar en favor de la unidad de la izquierda y la integración en Sumar ya garantizada por Podemos, que tras el 28M ha perdido la fuerza para poder retenerla en las listas para el 23J como hubiera querido.

Irene Montero Gil (Madrid, 13 de febrero de 1988) aterrizó en Podemos en 2014. Llegó tras su temprana militancia en movimientos estudiantiles, la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE), el 15M y la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), donde hizo bandera de su activismo contra los desahucios junto al abogado y hoy también miembro de la dirección de Podemos Rafa Mayoral.

Empezó entonces a alcanzar notoriedad en el partido en el que ya estaban ese grupo de «ideólogos-fundadores» de Podemos que habían utilizado como laboratorio la facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, y en el que destacaban figuras como Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón o Carolina Bescansa.

Licenciada en Psicología -carrera en la que conoció a su amiga y compañera inseparable Ione Belarra, que sucedió a Iglesias como líder de Podemos- Montero se convirtió rápidamente en una de las figuras más fuertes del partido.

Desde su 'consagración' en el Congreso como portavoz de Podemos durante la moción de censura de Iglesias contra Mariano Rajoy de 2017, que sirvió para que muchos la pusieran en el radar de potenciales líderes políticos, fue subiendo y subiendo... pero sin llegar nunca a ser la número uno.
Puede que su trayectoria personal haya sido crucial para impedirlo.

De hecho, sus adversarios han recurrido de forma reiterada a recordar que su pareja, Pablo Iglesias, era vicepresidente del Gobierno del que ella formaba parte y primer espada en la dirección del partido en el que ella también estaba.

Desde esa posición luchó con uñas y dientes por vencer desde el «pablismo» al «errejonismo» en la mayor de las crisis internas que ha vivido Podemos y que acabó con Errejón fuera de la formación morada.

Obstinada e incansable en la lucha contra el machismo en todas sus formas, a Montero se le ha reprochado su poca capacidad para reconocer errores o hacer autocrítica, sobre todo tras las consecuencias indeseadas de la ley del solo sí es sí.

Unas rebajas de penas y excarcelaciones de agresores sexuales que ella nunca vio venir y que después atribuyó a una mala interpretación de los jueces «machistas».

Los defectos de esa ley o, más bien, el no haberlos reconocido, ha sido su principal desgaste en el Ministerio de Igualdad y una baza que la derecha ha aprovechado para pedir su cese.

Ha sido la doble cara de su gestión al frente de Igualdad: ha puesto el sello de Podemos en leyes clave de la legislatura al tiempo que ha generado algunas de las crisis más profundas en el gobierno de coalición.

Hasta tal punto que los socialistas acabaron dando el paso en solitario, sin sus socios de gobierno y con los votos del PP, para reformar la norma dejando en evidencia las grietas de la coalición.

Firme también en sus críticas al PSOE, Montero ha visto como una «mala noticia» que el Tribunal Supremo le haya dado la puntilla al proyecto emblema de su mandato avalando las rebajas a agresores sexuales.

En su legado legislativo deja también la reforma de la ley del aborto y la ley trans, que dividió al movimiento feminista y removió las filas socialistas, en este caso con victoria para Irene Montero que logró trasladar al BOE el cambio de sexo en el registro sin necesidad de informes médicos o tratamientos.

Y en todas las polémicas ha tenido dos firmes escuderas que le han apoyado sin fisuras y que también han recibido el respaldo rotundo de la todavía ministra ante las reiteradas críticas: la secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez «Pam», y la delegada del Gobierno contra la Violencia de Genero, Victoria Rosell.

Madre de tres hijos pequeños, y con 35 años, Montero tiene una personalidad que parece la antítesis de la de Yolanda Díaz, una capacidad de liderazgo que nadie puede negarle y una adhesión inquebrantable del núcleo duro de Podemos y sus militantes más comprometidos. Algunos de sus leales ya han comenzado a preguntarse qué propuestas sobre feminismo puede presentar Sumar en campaña habiendo vetado en las listas a la ministra de Igualdad. La respuesta de Irene Montero a su militancia: «GRACIAS y adelante».