Albert Rivera, durante un acto electoral celebrado en Palma. | Efe

TW
6

Nació del impulso popular, de la calle. Del sentir de una ciudadanía cansada y decepcionada con los partidos políticos tradicionales y con un líder que irradiaba frescura y un ideario que conectó primeramente en sus raíces de Cataluña para llegar a ser decisivo a nivel nacional, la fuerza más votada en la carrera por la Generalitat y decidir la gobernabilidad de varias comunidades autónomas. Entre medias, luchas internas que acabaron por plasmarse en las urnas hasta llevar al borde del precipicio a la formación naranja, en la que Mallorca ha aportado algunas dosis de la agitada historia de Ciudadanos durante poco más de tres lustros.

Un joven Albert Rivera fue la imagen que rompió moldes, desnudándose para pedir el voto en unos orígenes enfocados exclusivamente en Cataluña, donde un grupo de intelectuales arropó al proyecto. Entre ellos, un Xavier Pericay que acabó abanderando la causa en Baleares. La necesidad de un nuevo partido político les movió en junio de 2005, cuando se activó el primer manifiesto fundacional, que llegó a Madrid un año después, en mayo de 2006, bajo una serie de conceptos que articularon los primeros pasos de la formación: ciudadanía, libertad, igualdad, laicismo, bilingüismo y Constitución.

Xavier Pericay.

Los días 8 y 9 de julio de 2006 marcaron el nacimiento de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía, surgido de una plataforma civil y que apostó por Albert Rivera como presidente y líder, arropado por ese grupo de ideólogos que ayudó a expandir la fuerza de los naranjas. En ese punto arrancó la carrera hacia el éxito de un partido que el 1 de noviembre de 2006 daba el salto con tres diputados en el Parlament de Cataluña y 90.000 votos en su haber.

Cataluña fue su sustento durante los primeros tiempos, creciendo escalonadamente hasta sumar nueve diputados en el Parlament en 2012 y más de 275.000 sufragios. El primer gran salto fue a Bruselas, en las Europeas de 2014, con el mediático Javier Nart liderando a los dos eurodiputados sumados por Ciudadanos, que ya asomaba la cabeza y en las elecciones municipales y autonómicas de 2015 consiguió hacerse un espacio en diferentes parlamentos y ayuntamientos del país, además de empezar a ser decisivos en Madrid, Andalucía, Murcia, La Rioja y Castilla y León.

Joan Mesquida, junto a dirigentes de Ciudadanos.

Ese mismo año, en las elecciones anticipadas en Cataluña, con Inés Arrimadas ya al frente de la lista, llegó un momento clave. Se sumaron 25 diputados, siendo la segunda fuerza más votada. La inercia era imparable y en su primera presencia en unas elecciones generales, en diciembre de 2015, Ciudadanos se plantó como la cuarta fuerza más sólida, con 40 escaños en el Congreso de los Diputados y más de 3'5 millones de votos, llegando a tender la mano al PSOE de Pedro Sánchez para suscribir un acuerdo para brindarle su apoyo en una votación que no llegó a buen puerto.

Meses convulsos en la política estatal devolvieron al país a las urnas, donde Rivera dejó en 32 los representantes del partido naranja, que entre medias siguió avanzando para en 2018 ayudar a gobernar en Andalucía, ocupando puestos claves antes de un año 2019 marcado de nuevo por la múltiple presencia electoral.

Noticias relacionadas

El 28 de abril, Ciudadanos se resarcía del golpe y Rivera acumulaba 57 representantes en el Congreso. Un hito que marcó el principio del fin, pues meses después tocaría volver a votar. Entre medias, la fuerza siguió avanzando, por ejemplo en Baleares, donde en los comicios autonómicos de 2015 sumó dos parlamentarios -con Xavier Pericay en cabeza- y en 2019 elevó a cinco su cuota, además de ser clave en escenarios como Castilla y León, Madrid, Murcia o Melilla.

Patricia Guasp e Inés Arrimadas, en Palma. Foto: J. Fernández

Pero el desgaste de Ciudadanos y de la política española fue enorme esos meses, yendo de nuevo a las urnas el 9 de noviembre de 2019. El día del hundimiento. Los naranjas perdieron 47 representantes y se quedaron apenas con diez. Albert Rivera reaccionó de inmediato y anunciaba su marcha, abriendo las puertas a una sucesión en la que todos apuntaban a Inés Arrimadas y en un periodo en el que un mallorquín ilustre como Joan Mesquida fue ganando terreno hasta ser vicesecretario general segundo.

La dirigente que asentó a Ciudadanos al frente en Cataluña, con un histórico resultado en las autonómicas de 2017, siendo la fuerza más votada, con 36 escaños en la carrera por la Generalitat, tomaba las riendas de un partido en fase crítica, necesitado de impulso y resultados para recuperar la altura ganada en poco espacio de tiempo.

ASS290523500 (12).jpg
Patricia Guasp, el pasado 28 de mayo tras las elecciones. Foto: Alejandro Sepúlveda

La desaparición de los arcos parlamentarios fue progresiva, iniciándose con un duro revés en las generales de 2021 (6 diputados), que tuvo continuidad en otros escenarios comjo Madrid, Andalucía o Castilla y León. Se hundía la nave y todos apuntaban hacia la cúpula. E Inés Arrimadas captó el mensaje para dejar la primera línea en enero de 2023, cuando se activó la VI Asamblea General y un periodo en el que Mallorca volvió a ser protagonista dentro de esta singladura.

A Patricia Guasp (junto a Adrián Vázquez), rostro visible de la formación en Baleares, le tocó la misión de afrontar unos meses claves, con las elecciones autonómicas y municipales como prueba de fuerza. Y como todos los sondeos indicaban, confirmación de la debacle de una formación en caída libre. El batacazo fue global (en Baleares perdieron toda su representación) y la renuncia a las generales del 23 de julio es la muestra más evidente, focalizando en su supervivencia y las europeas de 2024 las escasas energías que la calle brinda a una formación que persiguió y logró su espacio en el centro, pero que tan rápido como eclosionó se evaporó de la escena política.

Uno de los últimos capítulos vuelve a situar en el foco a Inés Arrimadas tras el 28M. La que fuera líder naranja sigue los pasos de Albert Rivera y decidió poner fin a su trayectoria política en pleno proceso de descomposición de un partido que paso a paso va redactando su epitafio.