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El Gobierno en funciones reconoce que le llama la atención la moderación que está mostrando el líder del PP y candidato en las elecciones del 10N, Pablo Casado, al que ven en modo zen. «Parece que se ha comido un Buda», bromean fuentes del Ejecutivo.

Sin embargo, los socialistas no dan muestras de estar especialmente preocupados por la recuperación que pueda ganar el PP el 10 de noviembre fruto de este viaje a la moderación de Casado. Por mucho que suban, estiman en el partido, difícilmente los populares podrían superar la cifra de los 90 escaños, dado que parten de un suelo muy bajo con 66.

Por otra parte, el Gobierno en funciones no ve «creíble» el último giro dado por el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, que ha levantado su veto a pactar con Pedro Sánchez que mantuvo antes y después de las pasadas elecciones generales del 28 de abril y de las municipales, autonómicas y europeas del 26 de mayo.

Así se expresan fuentes del Ejecutivo, que añaden que para poder tomarse en serio el viraje de Rivera sería necesario que Ciudadanos rompiera, y no piensan que lo vaya a hacer, los Gobiernos en los que participa con el PP y que han necesitado de la colaboración de Vox, como es el caso de los Ejecutivos autonómicos de Andalucía, Madrid y Murcia.

En Castilla y León, el PP retuvo la Junta gracias al acuerdo con Ciudadanos, si bien en este caso no fue necesaria la entrada en escena de Vox. El hecho de que Ciudadanos haya apostado siempre por pactar a su derecha constituye una prueba más que evidente para el PSOE de cuáles son las preferencias de los 'naranjas'.

El Ejecutivo de Sánchez tiene el convencimiento de que la derecha no sumará el 10 de noviembre y el PSOE se mantendrá primera fuerza, aún a mucha distancia del PP e independientemente de si los socialistas suben más o menos escaños con respecto a los 123 que tienen en la actualidad.

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De ahí que el PSOE tenga sus esperanzas puestas en que tras una repetición electoral surta efecto la presión sobre el resto de formaciones políticas para que, esta vez sí, permitan la formación de un gobierno liderado por el PSOE. En el Gobierno se apunta incluso a la posible abstención del PP.

De las últimas encuestas que se vienen publicando y que indican un cierto estancamiento del PSOE, los socialistas ponen en valor el mantenimiento que reflejan respecto de lo conseguido en abril y señalan que aún queda mucho tiempo para los comicios, y por tanto, hay dos bolsas de electores que nadie puede pronosticar cómo se van a comportar finalmente: los abstencionistas y los indecisos.

De hecho, en el Gobierno se piensa que la sentencia del Procés marcará un antes y un después en la campaña y beneficiará al PSOE en tanto en cuanto un aumento del clima de tensión política podría llevar a los indecisos a decantarse por mantener el actual Gobierno del PSOE.

Entre los previsibles llamamientos a desobedecer la sentencia por parte del independentismo, de un lado, y quienes propugnan más mano dura frente a los secesionistas, por el otro, en el Ejecutivo piensan que serán mayoritarios los españoles que se inclinen por otorgar su confianza al partido que creen que no echará más leña al fuego.

Desde el Gobierno se arguye que el PP ya no podría ser el partido en el que se refugiaran los españoles para solucionar el conflicto en Cataluña, pues fracasaron en este objetivo cuando tuvieron su oportunidad durante los Ejecutivos de Mariano Rajoy.

Las fuentes consultadas creen que el PSOE sería la formación mejor posicionada para responder al anhelo de la mayoría de los españoles, que esperan de su gobierno una respuesta firme ante cualquier violación de la legislación por parte del independentismo, pero a la vez serena, que evite azuzar la confrontación, como hizo, en su opinión, el anterior Gobierno de Rajoy.