Un buen amigo, doctor en mundología, siempre dice que la vida es como el patio del colegio. En ese resquicio de libertad se aprecia la verdadera naturaleza humana, para bien y para mal. Cada colegio tiene un patio muy particular, como reza la canción.
Durante el recreo, rigen las mismas normas que en la vida; una mezcla de valores transmitidos desde la familia y las aulas, referentes personales y la inevitable ley de la selva. Una buena gestión del patio escolar refleja cómo establecer reglas de convivencia que permitan a los individuos sentirse libres, viviendo plenamente el presente y disfrutando lo que más les guste hacer.
La armonía se alcanza cuando, de facto, el colectivo comprende que existen unos principios elementales comunes, aplicando justicia y equilibrio real. El desafío de fomentar una cultura colaborativa debería comenzar desde la familia, reforzarse en las aulas y extenderse a todos los espacios compartidos.
Desde la educación primaria hasta la universidad, del sector público al ámbito empresarial, es fundamental contar con referentes claros que actúen como líderes del patio o delegados de clase. Ellos deben dar buen ejemplo y ser reconocidos por su virtuosismo, ya que son garantes de un modelo social que busca velar por el bien común.
Dicen que compartir es vivir, y creo firmemente en ello, al menos si entendemos ‘vivir’ como una vida plena. En el extremo opuesto está el egoísmo, que inevitablemente conduce a un abanico de consecuencias negativas, cuyo resultado es una soledad profunda y existencial.
La ley de la selva nos tienta constantemente a priorizar nuestros intereses inmediatos, poniendo a prueba al yo listo y materialista frente al inteligente y espiritual. ¿Seremos capaces de transformar nuestro sistema de creencias y valores para fomentar una colaboración auténticamente efectiva? La política, lamentablemente, es reflejo exacto de cómo pensamos en nosotros mismos antes que en el conjunto, culpando siempre al otro lado del problema.
La evolución nos indica claramente el camino: compartir para sobrevivir. Compartir conocimiento, valores esenciales, reglas del juego, derechos, responsabilidades y obligaciones. Esta reflexión, quizás algo moralizante, me sirve para profundizar en el fondo del asunto. Cada ciudadano comparte y colabora con el resto a través de sus impuestos, delegando en sus gobernantes la gestión de lo común. Hoy en día, con la situación actual, compartir ya no es solo para vivir mejor, sino para sobrevivir en un mundo cada vez más incierto e interdependiente.
Mi tío siempre me decía: «Jose, la persona hace al cargo, y no al revés». Así pues, mientras las personas individualmente no elevemos nuestro nivel, no esperemos que lo haga la sociedad en su conjunto.