Esther García
Esther García

Profesora titular en el Departamento de Psicología de la UIB

Una sociedad estresada y estresante

TWL

Vivir en las Balears se ha convertido en un privilegio… pero también en una fuente constante de estrés. Cada vez más personas sienten que la vida cotidiana en las islas se vuelve insostenible, especialmente en el centro de Palma y en los principales núcleos turísticos. La psicología social nos recuerda que el bienestar emocional no depende sólo de uno mismo, sino también del entorno en el que vivimos. Y en Balears, ese entorno se ha vuelto hostil para muchas personas. La dificultad para acceder a una vivienda digna, el tráfico asfixiante, la falta de aparcamiento, la saturación de espacios y de servicios públicos, el ruido, la inflación, la pérdida de identidad, la falta de civismo… Todo esto deteriora nuestra calidad de vida y afecta directamente a nuestra salud mental.

Los datos son contundentes. En Balears, el 41,6% de la población sufre algún problema de salud mental -ansiedad, depresión o insomnio- frente al 33% de media nacional. No se trata de casos aislados, sino de un malestar y agotamiento colectivo profundamente relacionado con una pérdida de bienestar y calidad de vida. La ansiedad, la depresión y el insomnio afectan al personal sanitario que nos atiende en urgencias, a la policía que nos protege y, en definitiva, a casi la mitad de las personas que nos rodean. La nuestra es una sociedad estresada y estresante. El estrés crónico se filtra en la vida diaria: madrugar más para sortear atascos, asumir más de un trabajo para pagar el alquiler, renunciar al descanso porque «es temporada», hacer números para llegar a final de mes, dejar de disfrutar de nuestras playas porque es difícil aparcar o están saturadas.

Lo más preocupante es que este sufrimiento apenas se reconoce en las políticas públicas. Es un malestar difuso, difícil de medir, pero que se acumula en forma de agotamiento emocional e impotencia. Las manifestaciones en la calle o en redes sociales no son simples desahogos: son la expresión de una sociedad cansada, agotada y desesperada. Una sociedad atrapada en un modelo económico que prioriza rendimiento a calidad de vida, y en políticas de vivienda y transporte que ignoran el bienestar social y emocional de quienes vivimos aquí.

Hablar de sostenibilidad no es solo hablar de recursos naturales. El bienestar psicológico también debe formar parte de ese debate. Reivindicar el derecho a una buena salud mental no es un lujo: es la condición para que este paraíso no se convierta en un infierno.