Francesc Tutzó
Francesc Tutzó

Presidente del Cercle d’Economia de Menorca

La desigualdad

TWL

El profesor y economista, Miquel Puig, colaborador habitual de La Vanguardia publicaba, hace unos días, en las páginas de economía una reflexión de interés con motivo de la afirmación de Enric Juliana de que el presidente del Gobierno «lo tiene todo en contra salvo la métrica del crecimiento económico». Para el profesor Puig, el incremento del PIB ya no es sinónimo de «felicidad social» y menos si dicho crecimiento se debe fundamentalmente a sectores de poca productividad cuya mano de obra se nutre en gran parte de migrantes poco cualificados que a su vez «colapsan los centros públicos de enseñanza, presionan el mercado de la vivienda y, a la larga, supondrán un lastre insoportable para las pensiones».

Si esto es así, vamos mal. Pero, por otra parte, me pregunto: ¿Cómo podemos revertir esta situación si, en estos momentos, nos guste o no, necesitamos inmigrantes para cubrir puestos de trabajo de poco valor añadido que no se cubren de forma suficiente con la mano de obra nacional? Hablo, por ejemplo, de empleos relacionados con el cuidado de personas mayores, servicio doméstico, construcción, hostelería, etc. Desde mi punto de vista, esta mano de obra foránea es imprescindible y, además, tiene la virtualidad de que al incorporarse al mercado laboral amplía la base de los cotizantes a la seguridad social, hecho, sin duda, positivo. Ahora bien, si queremos que estos migrantes, generalmente gente joven con una vida laboral por delante, no pongan en peligro dentro de unos años la sostenibilidad del sistema de pensiones y, además, no sean una carga para las cuentas públicas al ser receptores netos, debemos procurar por todos los medios facilitarles su integración, formación y empleos de calidad que les permitan arraigo en el territorio y unos salarios dignos.

Es cierto que estamos hablando de una tarea compleja y difícil habida cuenta la diversidad económica, cultural y social de este colectivo. Pero es un trabajo que nos corresponde afrontar si queremos mantener la sostenibilidad de nuestras pensiones y el actual Estado de bienestar que disfrutamos. Pero, ojo. España tiene otro reto que asumir sin el cual lo apuntado en el párrafo anterior no será posible. Debemos incrementar nuestra productividad. Nuestro PIB per cápita, el principal indicador que mide el bienestar de la ciudadanía, lleva casi 30 años sin apenas avanzar. Si no corregimos este desequilibrio ponemos en riesgo la paz social y el bienestar de los ciudadanos de nuestro país. Es prioritario, pues, que Gobierno y oposición se tomen muy en serio consensuar políticas que puedan reducir la brecha de la desigualdad que va in crescendo desde la crisis de 2008.