No hay economista que se precie que no reciba periódicamente las mismas preguntas: ¿Este año acierto si compro mi casa, o mejor espero? Pregunta estrechamente ligada a otra habitual: ¿Compro o alquilo?, que puede derivar en la duda final: ¿Me concederán una hipoteca? Para responder a este tipo de cuestiones relacionadas con el mercado inmobiliario de nuestras islas, es preciso diferenciar entre los factores personales del interrogador y las circunstancias coyunturales de la economía actual.
La conveniencia de comprar una vivienda en propiedad o decantarse por otras formas de uso, depende fundamentalmente de los condicionantes individuales: situación laboral, entorno familiar, expectativas y proyectos de vida.
Así, una persona joven, recién incorporada al mercado laboral y con aspiraciones de viajar en un futuro cercano, es candidata idónea al alquiler de su primera vivienda. Cuando se alcanza la estabilidad profesional, los incentivos para adquirir un hogar crecen de manera exponencial.
Aunque alquilar proporciona mayor libertad y menor exposición al riesgo que hipotecarse, uno debería siempre plantearse llegar a la jubilación como propietario sin cargas hipotecarias. En España, con pensiones públicas a la baja y un mercado de alquiler eminentemente privado y escaso, garantizarse un techo digno al final de la vida laboral es una de las decisiones financieras más acertadas.
La evolución del valor de mercado de una primera vivienda, entendido como un activo inmobiliario, no debería ser la principal preocupación de quien compra para vivir: el objetivo prioritario es crear un hogar donde construir nuestro proyecto de vida, más que realizar una compra «barata».
Lo que desaconsejo de forma vehemente en familias de renta media es comprar una segunda vivienda para invertir, sea vía puesta en el mercado de alquiler, sea para vender más caro en un futuro, sin el debido asesoramiento profesional. No es cierto que la vivienda siempre suba y sus costes de mantenimiento son un factor crítico que considerar.
En cuanto al contexto actual, la situación coyuntural del mercado inmobiliario balear resulta especialmente relevante en la toma de decisiones. El mercado de alquiler experimenta una oferta menguante y una demanda creciente, lo que multiplica los precios y expulsa a multitud de colectivos más o menos vulnerables. Comprar, en cambio, se presenta también como un desafío, no solo por los elevados precios, sino por las estrictas condiciones de financiación impuestas por la banca: salvo funcionarios y perfiles con alta estabilidad laboral, hoy solo se financia el 80% del precio de compraventa. Para adquirir una vivienda de 300.000 €, se requieren al menos 60.000 € de ahorros.
Los precios del alquiler, disparatadamente superiores a las cuotas hipotecarias resultantes de la compra, configuran una anomalía económica que lanza un mensaje claro: si tienes posibilidad de comprar, hazlo. Alquilar, lamentablemente, no es hoy una buena opción, más bien un mal menor.