Tres problemas económicos

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En la trayectoria de la economía española, en la que se inscribe la balear, aparecen tres problemas permanentes que actúan como freno para poder alcanzar puestos más avanzados en el concierto mundial. Estos son la dependencia energética, la rigidez del mercado laboral y el sistema de pensiones. Es como si nuestra sociedad tuviese la fuerza de resolver cualquier problema menos estos tres mencionados.

Ciertamente, desde que en 1959 los españoles de entonces se determinaron a formar parte del pelotón de cabeza de la economía mundial, los retos superados han sido muchos y, desde luego, no siempre fáciles. Así, aunque llevamos algunos años en una situación de estancamiento, seguimos perteneciendo al club de los países mejor posicionados.

Sin embargo, las tres cuestiones antes mencionadas parece que se nos han atragantado tanto a los españoles de antes como a los de ahora. Tal vez, la preferencia patria por las políticas populistas sea a causa de ese atragantamiento.

España carece de fuentes de energía estable propias, por lo que suele experimentar auges extraordinarios cuando los precios internacionales disminuyen, y recesiones más acusadas cuando ocurre lo contrario.

El proceso de nuclearización, por ejemplo, podía haber evitado tal dependencia, pero se interrumpió bruscamente tras los brutales asesinatos de los ingenieros Ryan y Múgica a manos de nacionalistas de ETA. Así, antes de Chernobyl, se decidió abandonar todo proyecto relacionado con esta forma barata de energía, no sin antes incluir los costes de la electricidad que nunca se producirá con este método en el recibo de la luz.

Es cierto, que España tiene una larga tradición de utilización de energías renovables en forma de saltos de agua, aunque totalmente insuficiente. En cualquier caso, la aparición de nuevas formas como la eólica, fotovoltaica, termosolar, etc. parecen una magnífica alternativa. Sin embargo, se comenzaron a instalar mucho antes de su maduración, es decir, generando unos sobrecostes que también fueron a parar al recibo de la luz.

Por supuesto, como era lógico esperar, tal maduración se está produciendo, pero los desequilibrios de la apuesta amenazan ahora con producir un colapso, mientras que los sistemas de respaldo siguen siendo necesarios, al no haber recibido un impulso similar la cuestión del almacenamiento. Igualmente, y también por cuestiones populistas, se inició y abandonó todo esfuerzo de aprovechamiento del bioetanol.

La trayectoria en el mercado laboral es muy similar. Ni el Plan del 59 ni el Estatuto de los Trabajadores del 79, ni ningún otro intento modernizador posterior, ha podido sustraerse del populismo a la hora de regular esta materia. Reiteradamente se ha optado por anteponer incrementos salariales a la creación de empleo. Lo que también contribuye a acelerar los períodos de auge, agravando los de declive.
Por último, el sistema de pensiones tipo Berveridge, -creado al inicio del baby boom en 1963-, estaba llamado a ser reformado con el cambio de estructura poblacional. Pero una vez más, el populismo político no ha jugado a favor. En definitiva, los grandes problemas españoles han sido persistentes.