David Baret
David Baret

Periodista

Efecto talayot

TWL

Esta semana ha trascendido que el pasado 21 de abril, la directora general de la UNESCO y exministra de cultura de Francia, Audrey Azoulay, estuvo en Menorca visitando los valores que convirtieron la isla en Reserva de Biosfera hace más de treinta años y desde 2023, en Patrimonio Mundial por su cultura talayótica y paisajística. Una visita sin luces ni taquígrafos, que ha trascendido ocho días más tarde, para dar cuenta de su sigiloso paso en una nota de prensa donde se explica que se ha aprovechado para compartir experiencias y abordar retos de futuro de la gestión del patrimonio y la biodiversidad.

Discreta visita como lo está siendo también el interés que sigue generando el singular y excepcional conjunto de yacimientos prehistóricos que privilegia este territorio. El efecto talayot que había de convertirse en empujón para atraer definitivamente al turismo cultural y alargar la temporada en la Menorca de invierno, no está siendo motor de atracción. En 2023, el año de la declaración, se cerró con 62.981 visitantes, lejos de los 73.532 que se contabilizaron hace seis años cuando tan solo éramos una candidatura. Tampoco son halagüeños los datos que maneja la empresa Mabrian Technologies sobre menciones que se hacen acerca de nuestro destino ya que apuntan claramente al turismo activo, del running al Camí de Cavalls pero de las piedras, afirman que nadie habla. Hemos conseguido sustituir el sol y playa por experiencias al aire libre, pero el atractivo talayótico, no ha producido ningún boom, más allá del aumento de excavaciones y la conexión que los residentes seguimos teniendo con los monumentos que nos rodean por haber crecido junto a ellos. Parece como si el patrimonio arqueológico, siguiera despertando las mismas emociones de siempre, pese a los titánicos esfuerzos en promocionarla, relegando a la categoría de sello el nombramiento que recibimos en Riad y que nos costó catorce años en conseguirlo.

¿Cómo revertir esta situación? Seguramente no sea fácil. La dureza de las piedras resulta compleja, pero quizás debamos conectar más patrimonio y turismo activo o elevar el concepto de actividad turística a transformación personal con las grandes tendencias actuales como el mindfulness, la desconexión o el turismo slow. Hay camino por recorrer.