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Siguen los horrores en Ucrania, donde el fuego de la artillería rusa resuena como un trueno en ciudades y pueblos. Es demasiado pronto para saber si saldrá un ganador de la lucha. Pero al otro lado del planeta, la superpotencia emergente del mundo está sopesando sus opciones. Algunos argumentan que China se basará en una amistad anterior a la guerra con Rusia, que no conoce límites, para crear un eje de autocracia. Otros responden que Estados Unidos pueden avergonzar a China para que rompa con Rusia, aislando a Vladimir Putin, su presidente. Estimo que ninguno de los dos escenarios es probable. La profundización de los lazos con Rusia estará guiada por un cauteloso interés propio, ya que China explota la guerra en Ucrania para acelerar lo que considera el inevitable declive de Estados Unidos en orden a facilitar su propio deseo de establecer una alternativa al orden mundial liberal occidental.

Tanto el presidente de China, Xi Jinping, como Putin quieren dividir el mundo en esferas de influencia dominadas por unos pocos países. China gobernaría el este de Asia, Rusia tendría el veto sobre la seguridad europea y Estados Unidos se vería obligado a regresar a casa. Este orden alternativo no incluiría valores universales o derechos humanos, que Xi y Putin ven como un truco para justificar la subversión occidental de sus regímenes. Parecen considerar que tales ideas pronto serán reliquias de un sistema liberal que es racista e inestable, reemplazado por jerarquías en las que cada país conoce su lugar dentro del equilibrio general de poder.

Por lo tanto, a Xi le gustaría que la invasión de Rusia mostrara la impotencia de Occidente. Si las sanciones sobre el sistema financiero y la industria de la alta tecnología fracasan, China tendrá menos que temer de tales armas. Si Putin perdiera el poder debido a un error de cálculo en Ucrania, podría sorprender a China. Sin duda, avergonzaría a Xi, quien se vería que también calculó mal al aliarse con él, un revés cuando busca un tercer mandato como líder del partido comunista, violando las normas recientes. Sin embargo, por todo eso, el apoyo chino tiene sus límites. El mercado ruso es pequeño. Una Rusia débil le conviene a China porque no tendría más remedio que ser dócil. Es más probable que Rusia le de acceso a Xi a los puertos del norte de Rusia para acomodar los crecientes intereses de China en, digamos, Asia Central y suministrarle petróleo y gas baratos y tecnología militar sensible.
Además, Xi parece creer que Putin no necesita obtener una victoria aplastante para que China salga adelante: la supervivencia bastaría. Los funcionarios chinos les dicen con confianza a los diplomáticos extranjeros que la unidad occidental sobre Rusia se dividirá a medida que la se prolongue y aumenten los costos para los votantes occidentales. China ya está tratando de separar a Europa y Estados Unidos, alegando que EE UU está reforzando su poder mientras hace que los europeos paguen la factura de los altos precios de la energía, ejércitos más grandes y la carga de más de tres millones de refugiados ucranianos. El enfoque de China en la guerra ruso-ucraniana nace de la convicción de Xi de que la gran contienda del siglo XXI será entre China y Estados Unidos. De ello se deduce que el éxito de Occidente en el trato con Putin ayudará a determinar la visión que tiene China del mundo, y cómo tendrá que lidiar más adelante con Xi. La primera tarea de la OTAN es desafiar las predicciones chinas manteniéndose unida. A medida que las semanas se conviertan en meses, eso puede derivar en una guerra urbana en el que el ninguno de los dos bandos gana claramente.