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Actualmente todos estamos expuestos diariamente a un enorme caudal de información. Uno de los medios que tenemos para hacerlo es mediante la búsqueda en internet y el intercambio de información, muchísima información, aunque no siempre fiable. Por tanto, vivimos un periodo de infodemia (término aceptado por la Fundae), una época de abundancia informativa, en la que las redes sociales se han convertido en un canal más al que recurren los ciudadanos para informarse, especialmente los jóvenes. No en vano, de acuerdo con Digital News Report 2022, elaborado por Reuters Institute, hoy en día es 2,5 veces más probable que las personas acudan a las redes sociales para buscar noticias que recurran a periódicos impresos.

La proliferación de los medios de comunicación y de las redes sociales ha hecho que cada vez con mayor facilidad estas informaciones puedan ser desafiadas por la desinformación y las fake news, ya que en ocasiones las personas anteponemos la información sobre el pensamiento crítico, haciendo uso de la red e internet para encontrar respuestas, que no siempre son las correctas. Hoy todos sabemos que es frecuente ver contenidos publicados en la red que son de dudosa veracidad y que con frecuencia están financiados por publicidad online. De acuerdo con The Global Disinformation Index, cerca de 75 millones de dólares de inversión publicitaria van a parar a 20 mil webs de desinformación identificados en todo el mundo, contribuyendo, inconscientemente, a financiar contenidos que promueven información falsa. Y es que los modelos de publicidad online monetizan la atención, sin tener en cuenta la calidad del contenido que atrae esa atención.

En este contexto, la censura no debe ser una opción, sino que se debe promover actitud responsable de todos los agentes implicados, entre ellos, las marcas. En este sentido, las marcas, con sus anuncios online, no pueden perder de vista que también pueden verse afectadas, en tanto que si éstas están enmarcadas al lado de una noticia engañosa, dicho contenido puede afectar negativamente la actitud del consumidor hacia la marca. Son muchos los estudios sobre la teoría del framing o del encuadre en comunicación, aplicados a la publicidad, que ponen de relieve que los consumidores dejarían de utilizar una marca o producto si la visualizan junto a contenido falso o malintencionado.

Así pues, las marcas deberían controlar su exposición, por lo menos analizando los lugares donde aparecen, a través de las diferentes categorías de intereses que se muestran en las múltiples herramientas de gestión de sus campañas online. No es una tarea fácil, más bien tediosa, pero se puede hacer, dado que cuando se invierte en publicidad online, posteriormente se exhibe una lista de lugares donde se han insertado la publicidad y el número de impresiones que han aparecido en dicho lugar. En definitiva, las marcas, al margen de su responsabilidad ante el consumidor, también tienen que tener en cuenta que se pueden ver afectadas su reputación, y todos sabemos que conseguir una buena reputación de marca es un proceso largo y complejo que puede destruirse muy fácilmente.