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Las financiaciones de muchos estados europeos dependen del respaldo de Bruselas, en estado de rescate permanente desde hace más de una década. Su asistencia en forma de compra de deuda soberana es vital para que éstos continúen funcionando dado que su deuda y los intereses que ésta genera son astronómicos, mucho más en un contexto donde se prevé una crisis -otra más- en la eurozona.

Ante esta situación a la que todos los analistas creen que nos vemos irremisiblemente abocados, el BCE quiere evitar que los gobiernos nacionales aprueben paquetes de estímulo a través de aumento del gasto público ya que no quieren que se incida en un bucle insostenible de seguir elevando el déficit y el endeudamiento público porque es el propio BCE a quien a la postre se le pide auxilio. Incluso el reducir impuestos también puede contraproducente ya que a medio plazo volvemos a lo mismo: eleva el déficit y la deuda pública, amén de recortar servicios a la ciudadanía.

En el Reino Unido, donde la nueva primera ministra ya ha anunciado una rebaja sustancial de impuestos generalizada, ya ha provocado un desplome de la libra, su mayor descenso de los últimos cuarenta años. Por su parte, el nuevo gobierno italiano parece que tomará la senda de la reducción de la carga fiscal a familias, autónomos y empresas, a la par que manifiesta su voluntad de aumentar el gasto público en forma de subida de pensiones y ayudas a familias. Estas combinaciones, en términos macroeconómicos contradictorias de hacer entrar por un sitio lo que sale por otro, solamente podrían implementarse en economías saneadas y no dependientes de otras instituciones que te compren la deuda.

Volviendo a los ejemplos de Reino Unido y de Italia, respectivamente: al desplomarse la libra, se disparan los costes de financiación, además en pocos días se han disparado los tipos en los bonos, provocando problemas en los fondos de pensiones, es decir, lo comido por lo servido; se gasta mucho más de lo que se ingresa, después del placebo inicial se dan cuenta de que ha llovido sobre mojado, una deuda del 150% sobre el PIB no se arregla de esta manera.

Por tanto, mucho ojo a las bajadas de impuestos, aunque deseables, no siempre son positivas. Las divisas de los países que toman estas medidas caen y el mercado que antes ya estaba receloso, acaba por no fiarse de la capacidad de éstos para enfrentarse a la situación. Hay quien piense que todo esto es una paradoja, pero tiene su explicación, es como desnudar a un santo para vestir a otro.

Prácticamente no hay alcance ni recorrido, una mera ilusión. Lo mismo pasa con los planes y medidas conducentes a limitar los precios del gas y la electricidad, al final es el contribuyente quien va a pagar la diferencia restada en un principio, a través de más impuestos a corto-medio plazo, reducción de servicios públicos y especialmente con la pérdida de poder adquisitivo derivado de inflaciones desbordantes. Es normal entonces que el BCE se postule en contra de las bajadas de impuestos, al fin y al cabo ponen en riesgo la viabilidad de la divisa única.