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Parecía difícil llegar al final del verano con unas cifras aceptables de turistas extranjeros. Algunas restricciones con motivo del covid seguían vigentes, la invasión rusa de Ucrania había echado a esos dos países del mercado, la política de COVID 0 del gobierno chino impedía a sus ciudadanos salir del país, el Brexit imponía nuevas trabas burocráticas, las huelgas tanto en origen como en destino, nos recordaban tiempos pasados, la inflación atacaba y el caos parecía ser el estado natural de este sector. Pero los turistas decidieron que podían superar todos esos obstáculos y decidieron venir.

Parece que los dioses del bien ganaron a los del mal. Estos, enfurecidos decidieron multiplicar las dificultades camino de los próximos meses. Como aquí podíamos vivir sin rusos ni orientales, decidieron atacar donde más duele, en los grandes mercados. El nuevo gobierno británico aplicó la doble receta de reducción de impuestos a los que más ganan y apoyo directo a los necesitados para el pago de la luz. Los mercados financieros no se lo tomaron a bien y la libra sufrió una caída histórica especialmente frente al dólar, con el que se paga el combustible de aviación. Temen que la actuación del Banco de Inglaterra, subiendo tipos y comprando bonos, no sea suficiente para controlar la inflación. En el otro gran mercado emisor, Alemania, los pronósticos anuncian una recesión el próximo año, mientras la inflación ya está por encima de la española. Los alemanes son los europeos que más temen a la inflación.

El Banco Central Europeo está actuando agresivamente subiendo los tipos de interés, con lo que las hipotecas serán más caras, así como la financiación de los viajes.

Tanto en un país como en el otro, que representan algo más del 40% de nuestros ingresos por turismo extranjero, las vacaciones costarán más, bastante más, mientras que la renta disponible será menor, por lo que las decisiones de gasto se tomaran con más cuidado.

La situación en el resto de los países europeos no es distinta. Por razones históricas, proximidad geográfica -menor coste de combustible-, capacidad receptiva y eficiencia del sistema turístico, España está en condiciones de superar, en términos relativos, las inevitables dificultades de los próximos meses mejor que nuestros competidores.

También es previsible una brusca caída en el número de europeos hacia destinos en los que hay que pagar en dólares que, a su vez, mandarán más turistas a Europa.