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Lo que parecía que podía ser un cambio de tendencia tras un mal final de mes de agosto, ha vuelto a ser un simple rebote.

El causante va muy ligado al del giro que se produjo durante el mes de agosto. En esa ocasión fue el discurso de Jerome Powell, presidente de FED, en Jackson Hole, advirtiendo de una dura lucha contra la inflación que «va a causar daño a las familias». En esta oportunidad fue el dato publicado del Índice de Precios al Consumo (IPC) en Estados Unidos, que superó a las expectativas del mercado.

Aunque la sociedad en general nunca le ha dado mucha importancia a la inflación, siempre la ha tenido. Ahora, llegados a este punto en el que los datos son tan espectaculares y las familias ya se han dado cuenta de la subida de precios, se está viendo cómo también mueve a las bolsas.

De hecho, la inflación afecta de varias formas a las valoraciones de las empresas. La más obvia es que éstas tienen que poder repercutir los costes que les han subido (energía, transporte, combustibles o materias primas) a sus clientes. Si el incremento de coste es inferior al del precios de venta a su cliente, se pierde margen de beneficio. Obviamente, aunque consigan repercutir costes, si venden menos (porque haya clientes que no puedan o no quieran afrontar ese sobreprecio) también tienen menos beneficio. En ambos casos la valoración de la empresa decrece.

Pero el impacto también es indirecto: la inflación ha generado subidas de tipos de interés tanto en Estados Unidos como en Europa, y aunque la reacción de los diferentes bancos centrales ha sido muy tardía (hasta hace meses hablaban de inflación transitoria), el ritmo es muy fuerte.

Por supuesto este aumento de tipos genera un sobrecoste a las empresas endeudadas. Además, las valoraciones futuras tienen en cuenta el tipo de interés con lo que a más intereses futuros, menos vale la empresa (es una fórmula de matemática financiera).

Por lo tanto, el inversor debe tener en cuenta dos factores: ¿a qué empresas no les afecta esta inflación y cuándo se frenará?

La primera respuesta es fácil de contestar, eso sí, no es tan fácil el descubrir las «ganadoras» y requiere un trabajo de análisis profundo: a las poco endeudadas, a las que tienen capacidad de subir precios (por marca, por competencia o por producto) y, especialmente, a las que le benefician las subidas de tipos de interés, principalmente los bancos, aunque éstos posteriormente se pueden ver afectadas por la ralentización económica que genera la propia subida de tipos.

La segunda es más difícil, hasta los Bancos Centrales fallaron hace unos meses y podrían volver a hacerlo: las materias primas (tanto las energéticas, con excepción del gas natural, como las alimentarias y las industriales) causantes de la inflación están cayendo. Además, la subida de tipos está provocando una ralentización económica que hace que la demanda caiga cada vez más, con lo que cuesta pensar en nuevas subidas, aunque no puede descartarse.

De momento el impacto del último dato ha vuelto a llevar a las bolsas a soportes. ¿Es posible que el mercado ya haya descontado lo peor sin discriminar empresas buenas de las malas? Serán claves los resultados que presentan las empresas próximamente.