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El valor de la sonrisa, tras retirarnos la mascarilla, está recobrando una función social indiscutible. Dos años con nuestra cara tapada, únicamente asomándose los ojos. Ojos tristes y preocupados. Ahora es tiempo de empezar a sonreír. A nivel internacional significa «te acepto, me gustas, bienvenido, gracias». Nos enseñaron a regularla o reprimirla si iba acompañada de una risa y carcajada exagerada y desajustada a la situación social. Decían que denotaba poca madurez personal e incluso vulgaridad.

El control emocional pasaba por mostrarnos serios y sin expresiones emocionales espontáneas. Sin embargo, sabemos que cualquier atisbo de sonrisa alivia tensiones y es contagiosa. Al sonreír estamos comunicando aceptación y transmitiendo positividad. Abre puertas a la comunicación interpersonal. La sonrisa permite interacciones sanas y abiertas. La persona que sonríe siente un efecto de bienestar emocional, pero también quien la recibe. Por otro lado, quien sonríe transmite confianza en sí mismo y seguridad. Además, cuando la comunicación verbal está bloqueada, una sonrisa puede tener un efecto de alivio y empatía hacia el otro.

Regalar sonrisas es algo efectivo que podemos hacer para desconectar de nuestro propio malestar, si lo hubiese. Los resultados de la sonrisa son mágicos, liberan endorfinas y serotonina, contribuye además a reducir el dolor físico, emocional y a recobrar la salud. Tiene un claro efecto sobre el estrés, reduce niveles de adrenalina, cortisol y dopamina. El cerebro se convierte en el primer espectador de nuestra sonrisa. La acción de reír (que es más que mostrar una sonrisa) estimula zonas del cerebro como hipotálamo (homeostasis), amígdala cerebral (emociones), hipocampo (la memoria). Existen diferentes tipos de sonrisas, las que expresan emociones positivas como alegría, orgullo y satisfacción, pero también sonrisas por vergüenza, desprecio, incredulidad e incluso miedo.

La famosa Sonrisa Duchenne o sonrisa genuina consciente, donde se contraen tanto la musculatura en torno de la boca como la musculatura de alrededor de los ojos, en esta sonrisa todo el rostro sonríe. No piense que soy naíf, le propongo que se esfuerce por sonreír, aunque no tenga motivos, compruebe sus beneficios en sí mismo y el efecto en los otros. Las investigadoras Tara Kraft y Sarah Press, psicólogas de la Universidad de Kansas, llevaron a cabo un estudio en el que buscaban la evidencia de los posibles efectos de sonreír ante situaciones de estrés. Reclutaron 169 participantes distribuidos en tres grupos, a los que instruyeron para mantener un palillo entre los labios generando diferentes expresiones faciales. Se les sometió a pruebas con estresores físicos, y se calculó la recuperación del ritmo cardiaco. Los resultados comprobaron que volvían a la normalidad del ritmo cardíaco las personas que mantenían una sonrisa genuina, y más aún aquellos quienes lo hacían de modo consciente. Podemos llegar a la conclusión que sonreír ante una prueba difícil o una situación molesta y desagradable, ayuda a una mejor recuperación física y menor desgaste psicológico. Ahora podrá comprobar que no soy tan naíf al escribir estas líneas, simplemente le recomiendo que sonría de manera consciente y utilice todos sus músculos, aunque aparezcan las patitas de gallo. Dicen que las mejores cosas de la vida son gratis, sonría y compruebe sus efectos.