Las previsiones para la temporada turística son excelentes, con niveles semejantes a los registrados en 2019.

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La inflación frustra la recuperación. En los últimos meses se han registrado récords de empleo pero también de subidas de los precios. La economía balear todavía no había alcanzado en el primer trimestre el nivel de actividad prepandemia, aunque las previsiones apuntan a que la temporada turística en Balears será excelente y con cifras similares a las de 2019. La demanda está disparada y se empieza a gastar el ahorro acumulado. Los retos pendientes que tienen las Islas en materia de vivienda, temporalidad o sostenibilidad siguen ahí tras la COVID-19. Los problemas de falta de materias primas y suministros persisten y la guerra ha contribuido a agravar los altos precios energéticos que hacía tiempo que se habían disparado. ¿Hay motivos para pensar que se acerca otra crisis?

BALEARS. En su último informe económico, el Govern considera que el dinamismo se matendrá a lo largo del año. En el primer trimestre el Valor Añadido Bruto (PIB antes de impuestos) de las Islas creció un 9,1%, con las Pitiüses como la zona más dinámica (11,4%), seguidas de Menorca (10,5%) y de Mallorca (8,7%). Precisamente, la única isla que todavía no había alcanzado el nivel de actividad prepandemia era Mallorca.

La base del optimismo es el mercado de trabajo. Balears encadena ocho meses de récord histórico de afiliación a la Seguridad Social y ha alcanzado el pleno empleo. De hecho, las Islas son la comunidad que encabeza la creación de puestos de trabajo. Hay que recordar que antes de que irrumpiera la pandemia, la máxima preocupación era una ralentización del crecimiento o desaceleración. En 2019 el PIB aumentó un 1,8%, según los datos oficiales del Govern. En 2020 Balears fue la comunidad más afectada por las consecuencias económicas derivadas de la covid, con una histórica caída de la actividad del 20,6%. En 2021 se recuperó de forma parcial, con un aumento del 10,4%. Y el Ejecutivo autonómico prevé que el conjunto de Balears cierre este año 2022 habiendo alcanzado los niveles de actividad prepandemia.

En cambio, la patronal CAEB considera que el verano tendrá una cifra de volumen igual a la operativa prepandemia, pero que ante tanta incertidumbre no se puede hacer ninguna previsión sobre el balance anual, que dejan abierto. La Confederación de Asociaciones Empresariales de Balears ha cifrado en un 9,1% el gap entre la actividad del primer trimestre de este año y la existente antes de la irrupción del coronavirus. Constatan que la creación de empleo ha impulsado el gasto privado aunque opinan que la evolución de los precios energéticos y de materias primas puede afectar tanto al consumo como a la inversión.

Por su parte, el think tank Funcas espera que el PIB real de Balears crezca un 9,9% en 2022 y que el PIB per cápita real se quede un 3,4% por encima de la media nacional.

BBVA Research espera un avance menor del PIB de las Islas, del 7,1% en 2022 y del 5% en 2023. Ha rebajado las previsiones de crecimiento debido a que la invasión de Ucrania lastrará la recuperación. Aun así, el Archipiélago sería la economía con mayor crecimiento en España en el trienio 2021-2023, eso sí, después de sufrir el mayor retroceso en 2020.

Antoni Riera, catedrático de Economía de la UIB y director técnico de la Fundación Impulsa, no oculta que los riesgos son de calado. «No me cabe duda que nos encontramos en plena disrupción energética y, en este escenario, perduran, sin duda, las tensiones de precios durante un tiempo. Lógicamente dada nuestra dependencia energética (externa y fósil) y la importancia que los costes energéticos tienen en las cuentas de explotación, las consecuencias sobre los principales agregados macroeconómicos (inflación, crecimiento…) no se pueden menospreciar. Todas las crisis buscan las arterias por las que propagarse y esta encuentra además el terreno abonado. Esperemos que la capacidad de anticipación y la coordinación de EEUU y la UME sirvan para minimizar los efectos directos e indirectos que se deriven», indica.

El profesor de economía de la UIB Josep Ignasi Aguiló, en el mismo sentido, considera que muchos ciudadanos ya están en crisis. «Para muchos ciudadanos ya estamos experimentando un momento de crisis. Son muchos los que ven disminuir su poder adquisitivo día a día. Y los peor posicionados comienzan a tener dificultades reales. Es difícil calificar de recuperación el momento actual, pues en buena medida estamos ante un rebote desde la parálisis de los dos últimos años alimentado por el dinero recién impreso de los bancos centrales. Y, por supuesto, ese dinero que no representa mayor producción no supone, para nada, un incremento de riqueza real. Es cierto que los cisnes negros pueden ser shocks negativos, pero también positivos. Por eso no es fácil aventurar lo que ocurrirá. Sin embargo, el panorama no es alentador», señala.

Existe en la actualidad un debate ideológico entre los economistas. Los más progresistas consideran que se ha salvado una gran debacle económica durante la pandemia y que, dado que hay pleno empleo, no hay que exagerar los problemas existentes elevándolos a nivel de desastre apocalíptico. Mientras que los más liberales u ortodoxos consideran que la inflación y los niveles de déficit y deuda pública auguran una crisis de calado.

En las últimas semanas y días el nivel de preocupación ha aumentado y las declaraciones políticas sobre la gravedad de la situación son ya prácticamente unánimes. Desde el mes de abril, los organismos internacionales y gobiernos han revisado a la baja sus previsiones, pero el aviso es cada vez más claro y contundente. Con un difícil equilibrio entre la prudencia y el realismo, ya no se discute que a partir de octubre la situación económica empeorará. Y si Rusia corta los suministros de gas, algunos países de la Unión Europea como Alemania entrarán en recesión. Es decir, registrarán dos trimestre consecutivos de decrecimiento del PIB.

INFLACIÓN. El Índice de Precios al Consumo (IPC) ha crecido un 9,7% en junio en Balears, con una inflación subyacente -que no contabiliza las subidas de la energía y los productos alimentarios no elaborados- que ya alcanza el 5,6%.

Todo sube. La cesta de la compra se ha incrementado de forma notable. El motivo principal es que se han disparado la electricidad y el combustible, lo que provoca subidas generalizadas de todos los bienes y servicios.

Desde el inicio del confinamiento hasta finales de 2020, la inflación fue negativa. Pero desde febrero de 2021 se observa una tendencia ascendente con un ritmo mucho más alto de lo deseable, ya que el objetivo de inflación es del 2%. Hace un año, el Gobierno decidió bajar el IVA de la electricidad del 21% al 10% de forma temporal para aliviar las subidas que se registraban. El año 2021 cerró con un 6,5% de inflación en Balears.

Antes de iniciarse la guerra de Ucrania, se esperaba que lo peor en términos de inflación se viviera durante el primer trimestre de 2022 y que a partir de la primavera comenzara a normalizarse la situación, pero no ha ocurrido. Al estallar el conflicto a finales de febrero y en vista de que será una guerra larga, todo ha empeorado.

Además, parte de las subidas de precios del año pasado se atribuían a complicaciones en los suministros, con cuellos de botella en la producción y dificultades en el transporte mundial de mercancías, pero estos problemas no se han resuelto y los nuevos confinamientos en China juegan en contra.

El Gobierno decidió bonificar el litro de combustible con 20 céntimos desde el mes de abril y la medida se ha prorrogado hasta septiembre. Sin embargo, se ha constatado que los precios han seguido subiendo tanto que han neutralizado la ayuda. Y se ha vuelto a bajar el IVA de la electricidad al 5% desde julio y hasta septiembre.

En junio la inflación en Balears alcanzó el 9,7%, la tasa más alta registrada desde 1986. Es decir, que hace casi 40 años que no había una inflación tan alta como la actual.

Esta semana se ha celebrado el debate sobre el estado de la nación y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado nuevas medidas para afrontar la alta inflación y la subida de los costes energéticos. Se crearán dos nuevos impuestos: uno sobre los beneficios de las energéticas, para recaudar 2.000 millones al año durante dos ejercicios, y otro a la banca, que espera ingresar 1.500 millones anuales en dos años. También incrementará en 100 euros la cuantía de la beca de los estudiantes que reciben ayuda en la actualidad y bonificará al 100% durante tres meses a partir de septiembre el transporte de media distancia de Renfe, inexistente en Balears.

TIPOS DE INTERÉS. La guerra ha retrasado la recuperación mundial. El principal coste del conflicto ha sido una crisis humanitaria y migratoria y las cuantiosas pérdidas humanas. En términos económicos, ha provocado una desaceleración significativa del crecimiento mundial. Ante una inflación persistentemente más elevada, no queda más remedio que actuar para intentar frenar la espiral. El margen de la política fiscal es limitada, dada la gran expansión monetaria para impulsar la recuperación de la Gran Recesión y después para afrontar la pandemia. El otro instrumento que queda disponible son los tipos de interés.

De este modo, los bancos centrales, que tienen que escoger entre proteger el crecimiento o atacar la inflación, están optando por lo segundo. El Banco Central Europeo prevé una subida de los tipos de interés en la zona del euro este mes de un 0,25% y otra subida en septiembre.

El euríbor a un año, principal índice de referencia de los préstamos hipotecarios, ha subido al 0,852% en junio, cuando en mayo estaba en el 0,287% y un año antes se situaba en el -0,484%. Después de seis años en negativo, desde abril ha vuelto a terreno positivo. El último incremento supone que las hipotecas que se revisen este mes de julio con el dato del euríbor de junio subirán entre 50 y 100 euros al mes, en función de la deuda pendiente y el tipo pactado. Cabe recordar que el euríbor alcanzó su cifra más alta en julio de 2008, con un 5,393%.

SITUACIÓN POSPANDEMIA. Por el momento, este verano será de recuperación. Se esperan cifras de ocupación turística en Balears similares a las de 2019. La favorable marcha de la demanda turística viene acompañada de la preocupación real por la masificación, un debate que estaba en el aire antes de la pandemia y que la vuelta a la normalidad ha puesto de nuevo sobre la mesa. A pesar de que se ha aprobado una moratoria en la concesión de nuevas plazas turísticas, en el mes de abril se alcanzó un récord absoluto de visitantes en ese mes y se espera que durante el verano se alcancen cifras similares a las de 2019. La alta densidad del tráfico, los atascos frecuentes, los problemas de limpieza, la falta de taxis, las deficiencias en el transporte público, los retrasos y la falta de personal en los aeropuertos... son evidencias de unos servicios que están al límite de su capacidad. De hecho, el aeropuerto de Heathrow en Londres limitará su capacidad a 100.000 pasajeros diarios hasta el 11 de septiembre debido a la falta de personal, que acarrera retrasos. Esta situación, unida a la necesidad de reducir la huella de carbono y de minimizar las consecuencias del cambio climático, hace plantear quejas sobre el modelo turístico actual sobre el que existe el consenso teórico de que debe ser más sostenible.
La pandemia también ha provocado cambios de calado en la sociedad. Medidas de gasto público como la protección de los ERTE, los créditos ICO o las ayudas sociales y a empresas han evitado una debacle económica, pero las consecuencias sociales han sido igualmente abruptas, con un aumento sustancial de personas en riesgo de pobreza y una sociedad más desigual. Los problemas para encontrar vivienda asequible se agravan porque los precios no tocan techo. Se han alargado las listas de espera sanitarias. Además, el confinamiento y las restricciones sociales también han dejado secuelas en la salud física y mental, con más población adulta, joven e infantil que padece ansiedad y depresión.
La sensación de hastío y cansancio convive con lo que se ha denominado el ‘efecto champán’: un aumento del gasto en consumo, ocio y viajes motivado por la recién supresión de las restricciones para volar y la vuelta de eventos de ocio sin mascarilla, como los festivales o las discotecas. Una demanda efímera que responde a la novedad y que se disipa en un breve periodo de tiempo. Es por ello que los pronósticos coinciden en que después del verano la situación puede empeorar.

SOLUCIONES. Entonces, ¿cómo se puede afrontar esta situación?
Josep Ignasi Aguiló es pesimista. «Llegados al punto en que estamos, va a resultar muy difícil reconducir las acciones y políticas para transitar por el camino de una economía sólida. Sin embargo, la subida de tipos es la única manera de iniciar la andadura para alcanzarla, a pesar de los costes y las graves dificultades que va a conllevar. La sensación de hastío es muy similar a la experimentada en la década de los 70. Recomendaría ver la película de 1976 Network, un mundo implacable, de Sidney Lumet. Esas similitudes me llevan a pensar que lo aprendido entonces podría resultar muy útil ahora, salvando la distancia existente entre las dos épocas», señala.

El economista añade que la política de abultados déficits conlleva una inflación primero de activos y luego del resto de bienes. «Ambos fenómenos benefician a quien tiene activos y bienes, que suelen ser las capas mejor posicionadas en la sociedad. Lo contrario les sucede a los que están en peor situación. La retórica gubernamental de la justicia social tiene más de narrativa autojustificativa que de realidad», añade, recordando los conflictos que aparecieron en Gran Bretaña tras la crisis del petróleo: «En la Inglaterra de los 70 se solía decir que la inflación era el peaje necesario para crear empleo. Hasta que el gobierno de Callaghan vivió el estallido social conocido como el ‘invierno del descontento’. De hecho, el país tuvo que ser rescatado por el FMI».

Mientras que Antoni Riera indica que la única manera de afrontar la situación es ir al origen común de todos los problemas. «Se afronta yendo a la raíz común de toda esta sintomatología. Las medidas paliativas pueden rebajar la presión de unos mercados tensionados (materias primas, vivienda...) y minimizar los efectos indeseados sobre la población (dificultades de acceso, promoción social...), pero son tantos los frentes abiertos que no hay presupuesto para todos ellos. A mi modo de ver, solo cabe articular una respuesta integral buscando el común denominador», concluye.