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Ya es primavera, como dirían unos conocidos almacenes, pero seguramente la primavera más cara que recordamos en la última década. Tras dos años de pandemia, seguimos con la espesa niebla de la incertidumbre y unos Índices de Confianza del Consumidor en la zona euro referentes a marzo empeorados por el impacto de la guerra en Ucrania sumados a una inflación que marca históricos en todo el mundo.

Los bolsillos de las familias ya lo estamos notando y mucho, si tenemos en cuenta que la cesta de la compra ha subido más de un diez por ciento respecto el año pasado, con los carburantes o la energía como guindas del pastel. Esta situación compleja invitará seguramente al Banco Central Europeo a proseguir con este periodo artificial de la economía, con un dopaje de liquidez donde la propia inflación, casi estructural, se acaba comportando como un impuesto forzoso para las clases medias y bajas así como para los menos endeudados, como me explicaba un buen amigo hace unos días, ejerciendo de estímulo negativo para continuar endeudándose y especular, porque si la inflación se mantiene acabas devolviendo el capital y unos intereses de menor valor que el dinero que has recibido. A río revuelto, ganancia de pescadores, ya se sabe.

De momento se ha frenado la inercia con la que se venían sumando reservas en Menorca, especialmente de las familias previsoras que han puesto en pausa sus planes de futuro. ¿Hasta qué punto afectará a la temporada turística? Desde la Fundación Foment del Turisme, dibujaban tres posibles escenarios en un encuentro con el Cercle d’Economia de Menorca.

El primero, el más pesimista, sería que las consecuencias de la guerra llevaran a un frenazo brusco de estas reservas y una pérdida de la temporada, situación por la que creían sería necesario reactivar el escudo económico desde el administración para paliar esta crisis.

El segundo escenario es que cristalizaran las previsiones actuales con un margen de error, pero dando como resultado una buena temporada.

El tercer escenario, también contemplado, es que el contexto provocara que turistas de mercados hasta ahora no habituales decidieran optar por Menorca por ser un destino seguro, provocando una sensación de agobio en términos, por ejemplo, de movilidad. Nadie sabe lo que pasará pero advirtieron que estaban trabajando en mirar de gestionar lo que podría ser también morir de éxito. Corren tiempos difíciles.