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Decir que la COVID afectará a las bolsas este 2022 suena a perogrullada, pero hay que plantearse cómo. Directamente los mercados hacen oídos sordos, es verdad que cuando estalló la Ómicron se vivieron horas de miedo en los principales índices, pero quedó en una oportunidad de entrada.
Los inversores ya prácticamente conviven con el virus, un porcentaje importante de la población está vacunada, los contagios cada vez son más leves y, por tanto, no temen restricciones severas a nivel global.

Pero de forma indirecta sí puede poner de manifiesto las consecuencias a ese año de paralización de la economía mundial. Aquí entra en juego la inflación como factor desestabilizante: afecta a las empresas que no puedan repercutir el incremento de costes a sus clientes; a los clientes que le tiene que hacer frente; por la subida de tipos de interés a largo plazo sobre las empresas que necesitan más tiempo para aflorar beneficios, véase las tecnológicas y, por último, por su influencia sobre las políticas monetarias.

De hecho, será un año de subidas de tipos de interés oficiales. Además del Banco de Noruega que subió dos veces tipos en 2021 y del Banco de Inglaterra que lo hizo a final de año, otros como la Reserva Federal Americana (FED) ha asegurado que pondría fin a estímulos y se esperan tres subidas de tipos en 2022. Consecuencias?

Las primeras subidas de tipos no suelen afectar a las bolsas, especialmente ante niveles tan bajos como los actuales que no perjudican solvencia ni valoración a la mayoría de compañías cotizadas.
Además, tal cómo ya han subido los intereses reales en (ver gráfico), parece que el mercado ya lo ha descontado.

Visto esto, si no hay sorpresas e independientemente de movimientos a corto plazo, especialmente en la tecnología, debería tener un efecto neutro.

Por lo tanto, es importante definir este riesgo inflacionario: parece que la temporalidad que anunciaban los bancos centrales no es tan corta, de ahí los últimos anuncios.

Sin embargo sería extraño ver datos como los actuales aunque sea porque la comparativa siempre es respecto al año anterior: las tasas de 2021 han sido respecto a un 2020 inactivo, las de 2022 serán respecto a un 2021 en el que la explosión de actividad ya se ha producido.

Cambiando de tema, hay que mirar a la geopolítica: 2022 será un año electoral. En enero ya están llamados a las urnas italianos y portugueses. El caso de Italia hay que seguirlo con especial atención ya que la candidatura de Mario Draghi a la presidencia de la República deja un vacío de poder como primer ministro. Habrá que ver cómo se reacciona ante un nuevo escenario de inestabilidad política a la que el mercado parece acostumbrado. Además, también habrá elecciones en Brasil y parciales en EE.UU.
Otro factor que está sobre la mesa en la reactivación china, con políticas monetarias expansivas (al contrario que el mundo) y tras haber vivido un año malo parece ser la apuesta de muchos analistas.
Por último, no hay que olvidar la posible aparición de un cisne negro: ¿podría ser una cepa peligrosa de COVID? Esperemos que si hay alguno, no afecte también a nuestra salud.