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Bobby Duffin, director del Policy Institute del King’s College de Londres, acaba de publicar un libro, todavía no traducido al español, que aporta nuevas perspectivas al estudio de las relaciones entre las generaciones en las sociedades desarrolladas de Europa y Estados Unidos. Se titula simplemente “Generations” en la edición a la venta en Gran Bretaña y, más provocativamente “The myth of generations” en su versión americana.
Lo que trata de dilucidar es si el año en el que naciste influye en quién eres. La respuesta es positiva.

La conclusión es que hay una nueva división en la sociedad y en la política en la que lo determinante es la edad y no la clase social, como acabamos de ver en Alemania, donde los mayores han votado SPD o CDU mientras que los jóvenes lo han hecho por los verdes o los liberales.

Las actitudes de cada generación dependen de las tendencias sociales heredadas, de las experiencias formativas -tener hijos, por ejemplo– y del “efecto cohorte” por el que toda una generación queda marcada por experiencias que han tenido lugar cuando se están formando esas actitudes, que suele ser al final de la adolescencia.

Hoy día ya no hay una gran división en las actitudes, los jóvenes y los mayores comunican mucho más entre sí y se preocupan por lo que les ocurre a los otros.
Los jóvenes no se oponen a las costosas leyes que protegen a los mayores, como la de subir las pensiones con la inflación, porque desean el bienestar de estos.

Tanto esos gastos como los dedicados a la sanidad -los mayores son los que más gastan- son intocables, a pesar de que suponen el equivalente a un 40% de los presupuestos de los diversos estados, que se dedican a atender precisamente a los que más tienen.
Las diferencias culturales disminuyen, pero las económicas aumentan, fundamentalmente por el incremento del valor de los activos, tanto inmobiliarios como financieros que están en manos de los mayores, por lo que adquirir una casa es mucho más difícil para los jóvenes, que tienen que acudir al “banco de papá y mamá”, que es uno de los principales bancos hipotecarios. Tardan mucho más en independizarse con lo que se extienden los lazos afectivos. Los padres desean que los hijos vivan cerca para ocuparse del cuidado de los nietos y después recibir el de los hijos.

La brecha generacional se agranda aún más por el tamaño de las cohortes. Los baby boomers (1945-1962), como su nombre indica pertenecen a cohortes numerosas que pueden marcar tendencia por el poder que les dan sus votos -además votan en mayor porcentaje que las siguientes generaciones-.

Muchos jóvenes no votan al saber que su partido no va a ganar y se refugian en las redes sociales que les permiten vivir una vida autónoma o, en España, sueltan vapor con los botellones para enfrentarse con las autoridades en vez de con los padres como antes.
Los mayores ayudarán los jóvenes y los jóvenes a los viejos porque tienen más en común de lo que los pesimistas suponen.