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La cosa debiera estar clara en nuestras Islas. Si tienes una sociedad dependiente del turismo y pasa un año entero (o año y medio, que algunos cerraron en octubre de 2019 y hasta hoy no han vuelto a abrir) sin que hayas tenido un solo ingreso, pero teniendo que hacer frente a los gastos asociados a la actividad -hipotecas, alquileres, parte de las contribuciones de los trabajadores en ERTE, tasas e impuestos, inversiones cuya vida útil se desperdicia sin tener retorno, necesidad de endeudarte con bancos o ICO para tener una caja con la que aguantar-… ¿Serás más pobre que hace un año?

Y si a esto sumas empresa tras empresa turística y les añades todas las que directa o indirectamente desarrollan su actividad en conexión con la misma, ¿tendrás una sociedad o comunidad autónoma más rica, o más pobre?

A estas alturas de la conversación hay quien ya suelta aquello de que “es un error depender así del turismo. Hay que eliminar el monocultivo turístico en Balears. Cambiar nuestro modelo económico de forma radical”. Y ojo, que esto se lo hemos oído no solo a un amigo o conocido, sino a más de uno de nuestros insignes próceres. Pero cuando les animas a que profundicen y desarrollen sus ideas, pasan dos cosas: la primera que es que no parecen tener muy claro qué otra actividad o sector productivo puede sustituir al ya existente. La segunda es que dan por zanjado el debate con un “esto no puede seguir así”.

Pero siendo uno como es, intento mantener abierto el debate: ¿Puede Balears convertirse en una potencia financiera como la City de Londres o Frankfurt? ¿Podemos ser el Silicon Valley del Mediterráneo? ¿El Singapur del mundo occidental? ¿La mayor plataforma logística del Mare Nostrum? Ahí mi interlocutor suele dudar entre el “que inventen otros, que yo de eso no entiendo” y el “…pero podríamos vivir de la almendra, que es oro… o hasta de la algarroba”. En serio. Que no me lo invento, que esto lo he escuchado.

Mi pregunta es siempre la misma: ¿Y por qué no mientras piensas qué quieres ser y el cómo, no potencias y mejoras lo que ya tienes? ¿Es incompatible tu idea con arrancar la recuperación apoyándote en tus fortalezas? Nuestras Islas son inigualables por su clima, entorno natural, cultura, historia, gastronomía... Nuestra gente sabe de hospitalidad y tiene un conocimiento del turismo del que somos son exportadores a nivel internacional. Tenemos las infraestructuras y nuestra conectividad nos asegura la cercanía a los mejores mercados. Es nuestra bendita maldición.

Claro que tenemos debilidades: saturación en zonas y ciudades, productos y servicios estancados y obsoletos, una oferta complementaria limitada en algunos destinos, una política turística errática, somos poco competitivos, nos faltan competencias en digitalización, en comercialización online, en desarrollo sostenible.

Y si somos conscientes de nuestras fortalezas, y sobre todo de nuestras debilidades, ¿a qué esperamos? Mientras velamos armas ante el ansiado remonte de la actividad, ¿qué estamos haciendo para que nuestros destinos no se saturen de nuevo? ¿Para eliminar productos obsoletos? ¿Para incrementar nuestras competencias tecnológicas digitales? ¿Para mejorar nuestra competitividad? ¿Para incorporar de una vez por todas las exigencias de un desarrollo que solo pueda entenderse desde la sostenibilidad y la responsabilidad social? Si la respuesta a más de una de estas preguntas han sido “nada” o “poco”, entonces entenderás el titular del artículo: SOS Turismo, no. ¡¡SOS BALEARS!!