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Uno de los momentos mediáticos donde se habla de la estacionalidad de la bolsa es en diciembre y su famoso “rally de Navidad”.

Las explicaciones a esta expectativa de revalorización extraordinaria, en algunos casos, son algo estrambóticas. Hay quien dice que los gestores buscan acabar el año con cifras atractivas y provocan subidas en los mercados. Si fuera cierto, es difícil entender que, teniendo este poder, no lo ejerzan todo el año. Otras pueden ser más razonables: desde la euforia consumista de las fiestas que se puede contagiar a inversores, hasta el incremento de aportaciones a planes de pensiones que motivan compras en mercados que a su vez provocan subidas por pura ley de oferta-demanda.

Seguramente el lector que recuerde cómo evolucionaron los mercados bursátiles el año pasado no estará nada de acuerdo con estas afirmaciones. Diciembre de 2018 fue nefasto para los mercados con caídas del 5,92% en el IBEX, 7,83% en EuroStoxx, 6,53% en S&P norteamericano o 10,05% en Nikkei japonés. En los tres últimos casos se trata del peor diciembre en mucho tiempo, pero ni siquiera es así en el selectivo español: en 2016 perdió un 7,64%.

Avanzando más en la estadística, vemos que la media desde 2010 es negativa para los diciembres de IBEX y EuroStoxx (-0,12% y -0,18% respectivamente), pero positiva en S&P (+0,21%) y Nikkei (+0,86%).

Sí es más favorable ver cómo, de estos últimos 9 años, hay más diciembres en verde que en rojo: 5 para el IBEX, 6 para S&P y Nikkei. El EuroStoxx es la excepción en este caso (pierde 5).

Realmente pocas conclusiones se pueden sacar: hay diciembres buenos, malos e incluso hay medias positivas o negativas en función de la zona. Por lo tanto, este mes hay que analizar la bolsa como siempre: valoración de los resultados empresariales conocidos en las últimas semanas y tendencias o entorno macro deben pesar más que la esperanza de un regalo de Navidad.