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Desde la década de los ochenta la economía menorquina ha experimentado un fuerte proceso terciarizador. Una tendencia también registrada para el conjunto de España. En efecto, ya en 2014, la proporción de población ocupada española en el sector servicios superaba en cinco puntos la media europea, según datos del Instituto de Estudios Económicos.

Asimismo, según Peter Hall, en 2025, las economías desarrolladas tendrán entre el 80 y el 90% de los ocupados trabajando en el sector servicios. De hecho, debe subrayarse que la pérdida de la importancia relativa de la industria en la ocupación y valor añadido en España ha sido similar a la del conjunto de países desarrollados. Sin embargo, la intensidad tecnológica de las manufacturas españolas es la única de las cinco grandes economías de la Unión Europea que no ha crecido (Fariñas, J.C.; Martín, A.; Velázquez, F.J., 2015).

Precisamente, una de las claves para el incremento de la competitividad y productividad reside en el fomento del sector cuaternario, es decir Tecnologías de la Información y Comunicación (TYC) e Investigación, Desarrollo e innovación (I+D+i). Un exponente evidente es el extraordinario avance en este ámbito de las economías asiáticas emergentes. En este sentido, en 1995 el valor añadido generado por el sector cuaternario en China era el 16,7% del generado en Estados Unidos. En 2014 era ya del 93,7%, según el Informe World Economic Outlook del Fondo Monetario Internacional (2014).

Por su parte, el efecto tractor del sector quinario sobre la economía es evidente. Según el Informe de Naciones Unidas de 2010, mientras la economía global se contraía un 12% en 2008, las exportaciones mundiales de carácter creativo alcanzaron los 594.000 millones de dólares, con un incremento medio anual desde el año 2002 del 14%.

Respecto Menorca, en la década de los sesenta y setenta, despuntaba un elevado porcentaje de población ocupada en la industria. Ya en la década de los ochenta el turismo se alzó como eje transformador de la economía industrial menorquina hacia una economía terciaria. En la actualidad, es manifiesta la necesidad que presenta Menorca en relación al análisis de dos cuestiones fundamentales para su ulterior desarrollo. En primer lugar, las ventajas y los inconvenientes de estructuras económicas más equilibradas, o bien escoradas hacia el asentamiento de una actividad principal.

En segundo término, la diversificación no únicamente sectorial sino, también, de la propia actividad turística. En este sentido, la supremacía de la industria turística en la isla es incuestionable, la clave reside en cómo gestionar esta terciarización de la economía, con el objeto de crear mayor valor añadido a través de la complicidad de sectores todavía emergentes en Menorca -sector cuaternario- y la simbiosis que pueden representar en ámbitos como el cultural o el recreativo, respecto a consolidar un turismo relacionado con la naturaleza, la salud, el deporte, la gastronomía, etc., elementos propios del sector quinario (Beltrán, C. 2013).

De forma adicional, la relevancia de los sectores cuaternario y quinario también radica en su potencialidad como transmisores de conocimiento relacionado con la I+D+i en diferentes ámbitos de la economía menorquina, a parte del turístico: la bioagricultura, la alimentación, el calzado y la bisutería. Y es que, a pesar de la hegemonía de la actividad turística, la pulsación de la industria tradicional persiste.