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A finales de año, los mercados financieros internacionales han sufrido una nueva oscilación y su carácter fuerte, repetitivo y generalizado ha extendido el fantasma del fin de ciclo económico. Y es que, aunque el ciclo de los mercados financieros y el ciclo económico mantienen su propia dinámica, ambos no son totalmente independientes.

Basta recordar que actualmente el protagonismo de los mercados de activos bursátiles no lo ejercen los tenedores de grandes fortunas sino gestoras de entidades del llamado ‘ahorro institucional’ entre las que destacan los fondos de pensiones –cuyos propietarios últimos son trabajadores en búsqueda de un retiro digno– o fondos de inversión –que constituyen el refugio del ahorro de amplias clases medias–.

De ahí que las oscilaciones de la bolsa deriven en amplios efectos-riqueza (o pobreza) que, directa o indirectamente, inciden sobre el consumo, la inversión y sobre el crecimiento económico.

Sin embargo, aun aceptando que el riesgo de contagio entre los mercados financieros y la economía real, la clave para contestar a la pregunta que encabeza este artículo y determinar si el fin del actual ciclo económico expansivo está cerca no depende tanto de la evolución de los mercados financieros sino del comportamiento de la economía.

En este sentido, no deberíamos olvidar que justo hemos dado por cerrado un año positivo en el que se han cumplido, e incluso mejorado, algunos de los pronósticos. Con esta herencia, el nuevo año abre con la certeza de que el contador de crecimiento se moderará progresivamente, pero al mismo tiempo nos brinda el margen de maniobra suficiente para que el recorrido positivo del actual ciclo económico continúe.

Primero, porque la desaceleración de la economía balear es algo esperado, dado el desvanecimiento gradual que vienen experimentando los vientos de cola favorables que han alimentado hasta ahora el crecimiento, por la vía de las exportaciones, especialmente de servicios turísticos.

Segundo, porque el ritmo de crecimiento medio del PIB balear desde el inicio de esta fase de recuperación ha sido superior a la media de la última expansión y todo sugiere que la desaceleración que sufrirá la economía en 2019, y que podría situar la economía balear en torno al 2,3% (vs. 2,7% en 2018), no hace más que normalizar el ritmo de crecimiento y hacerlo más sostenible a medio plazo.

Tercero, porque el comportamiento de la inversión empresarial, que es el componente que mejor determina el nivel de actividad futuro, está siendo en estos momentos más dinámico que el observado en fases anteriores de final de ciclo. Un hecho, al que hay que añadir las perspectivas favorables de creación de empleo y recuperación progresiva de los salarios.

Sin embargo, en este escenario, las incertidumbres macrofinancieras –vinculadas al alto nivel de deuda y a las temidas tensiones inflacionistas– y los riesgos geopolíticos –asociados al auge de los populismos, el brexit y los intentos proteccionistas– seguirán siendo notables, tanto dentro como fuera de Balears, por lo que la mejor recomendación para este 2019 no puede ser otra que aprovechar la oportunidad que nos brinda para canalizar de manera clara y decidida, entre otros, el mal comportamiento de la productividad, la elevada deuda pública y la dualidad del mercado laboral.

Solo así, la economía balear participará de esta nueva etapa de crecimiento, más moderado, pero también más dependiente de la capacidad de cada región del planeta no tanto de acumular más capital (natural, físico, humano o tecnológico) sino de aprovecharlo vía ganancias de productividad.