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Aunque la mayoría de analistas no prevén que 2018 sea un año problemático para el crecimiento económico mundial, existen una serie de riesgos frente a los cuales debemos mantenernos atentos si queremos evitar sorpresas desagradables.

En primer lugar, la deuda global a nivel mundial es hoy en día un 40% superior a la que existía en el año 2008. El proceso de desendeudamiento o desapalancamiento financiero que aparentemente hemos experimentado a lo largo de estos años y que ha permitido retomar impulso al consumo y a la inversión, en realidad es un espejismo. Los países emergentes tienen un nivel de endeudamiento 50 puntos porcentuales superior al que tenían al inicio de la crisis en términos de PIB, mientras que países como España mantienen niveles de endeudamiento similares a los que tenían en 2008, ya que el fuerte saneamiento de los hogares y las empresas ha sido prácticamente compensado por el mayor endeudamiento de las administraciones públicas.

En segundo lugar, aún existen posibles burbujas financieras. El índice Down Jones ha aumentado un 200% desde principios de 2009 (14% anual), insuflado por la política monetaria ultralaxa de la Reserva Federal norteamericana (FED). Para algunos especialistas, la valoración por fundamentales de los títulos americanos está a niveles similares a los que alcanzó antes del estallido de la crisis “punto com” en el año 2000. No es de extrañar que la FED busque un retorno paulatino a la ortodoxia monetaria con ligeros y pausados aumentos de tipos de interés intentando no desencadenar otra crisis financiera.

El alto endeudamiento y la sobrevalorización bursátil no serían un grave problema si se mantuvieran bajos tipos de interés, pero cualquier subida brusca de la inflación podría desencadenar aumentos sensibles de tipos que desestabilicen el sistema. Aunque estos riesgos aún no cotizan, sabemos que cualquier aumento salarial no correspondido con aumentos de la productividad o cualquier aumento significativo de las materias primas pueden acabar empujando la inflación al alza. Recientemente, tanto la evolución del petróleo como el comportamiento al alza de los mercados laborales y las demandas sindicales (no solo en España) hacen que debamos estar muy atentos a los datos de inflación a medio plazo.

Además de los riesgos descritos debemos añadir las preocupaciones geopolíticas que empujan hacia posturas cada vez más proteccionistas. A Donald Trump y al brexit debemos añadir ahora los avances de la ultraderecha en Alemania, Austria o la República Checa. En apenas un año, Trump ha denunciado el Acuerdo de París, ha renunciado al TTIP con la Unión Europea y el TPP con Asia, y ahora añade a esta lista la renegociación del Acuerdo de Libre Comercio Norteamericano (NAFTA) bajo la amenaza de su denuncia.

Todos estos elementos inciden sobre una España que ha fundamentado su recuperación en un sector exterior prodigioso, aunque con unas cuentas públicas aún deficitarias que impiden disminuir el endeudamiento nacional. Una subida de tipos frenaría la recuperación de la demanda interna y un posible escenario de mayor proteccionismo podría frenar la demanda externa cercenando la recuperación española. Por último, si estas a menazas no fueran suficientes, debemos añadir a nivel local la recuperación de los mercados turísticos competidores y el cansancio y resistencia que aparentemente muestra la sociedad balear a un mayor nivel de turismo para sentenciar que no todo pinta tan bien en 2018.