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Con la vorágine de ruidos que hay en relación a la bolsa y la cantidad de herramientas técnicas y gráficas disponibles muchas veces se nos olvida que al comprar acciones o fondos estamos invirtiendo en empresas y por tanto los resultados que tienen y sus perspectivas son factores básicos.

Realmente está todo relacionado. Por una parte, si los ruidos no son tales y al final sí afectan a una empresa, tendrá consecuencias sobre los resultados y sus planes para los próximos años.
En sentido inverso, la evolución real de la compañía se refleja en un gráfico, y así es probable que un soporte o una resistencia los marquen la evolución de sus resultados.

Son muchas las valoraciones que se hacen de las empresas en base a sus resultados, algunas indirectas y otras directas. En este punto se encuentran los analistas fundamentales cuyo trabajo consiste en estimar el valor de una empresa y compararlo con su cotización actual. Esta valoración se realiza, generalmente, en base a los “flujos de caja”, es decir por el dinero que es capaz de generar y repartir una compañía de forma consistente.

Claro está, si la valoración de los analistas es superior al precio al que cotiza emitirán una recomendación de compra, si es al contrario lo harán de venta. Como no todo es blanco o negro hay calificaciones intermedias, dependiendo de la casa, véase sobreponderar, infraponderar o mantener.

Las bolsas europeas llevan subiendo desde 2012 (con algunos recortes más o menos sensibles, especialmente el de 2015) y las americanas ininterrumpidamente desde 2009. Esto podría hacer pensar que ya empiezan a estar “caras”; de hecho en Estados Unidos, Alemania y Reino Unido cotizan en sus máximos históricos. Sin embargo, los resultados (todavía incipientes los de este trimestre) están mejorando de forma general las estimaciones de los analistas, por lo tanto es posible que estos vuelvan a subir sus recomendaciones.