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En un mundo cada vez más globalizado, la capacidad de las empresas de Balears de posicionar sus productos en los mercados globales es no solo un requisito para su supervivencia sino, a la vez, una prueba inequívoca de la competitividad de la economía balear. Y es que las implicaciones de la competitividad empresarial no se limitan al ámbito de los negocios. Del nivel competitivo de las empresas isleñas deriva la capacidad de Balears para mantener y generar empleo y riqueza para el conjunto de la sociedad de forma eficiente, es decir aprovechando de forma óptima los recursos disponibles, entre los que destaca como más valioso el talento de las personas. La eficiencia en el uso de los recursos disponibles es muy importante, pues solo desde la dinamización y el óptimo aprovechamiento de estos se puede garantizar que la sociedad balear avanzará hacia mayores cotas de bienestar. Por ello, y dados los importantes problemas estructurales que arrastra Balears, deviene fundamental abordar la mejora de la competitividad empresarial desde una nueva perspectiva en la que las asociaciones empresariales tienen un rol central.

Los ejes de actuación de las asociaciones empresariales, sin ser necesariamente nuevos, precisan de un enfoque más adecuado al actual paradigma de la ‘competitividad global’ en el que la integración productiva y el cambio tecnológico difuminan cada vez más las fronteras sectoriales. Por eso es preciso ir más allá de la visión tradicional de la competitividad basada en actuaciones orientadas a un sector o rama de actividad concreto; enfatizando en su lugar las interrelaciones sectoriales. Solo así, maximizando sinergias entre asociaciones empresariales, será posible materializar proyectos estratégicos para afrontar retos que son comunes a todos los sectores y abrir la puerta a la ‘segunda transformación productiva’ de Balears.

En este quehacer, la promoción de servicios de alto valor añadido y la incorporación de conocimiento a las actividades tradicionales (producción para la sostenibilidad, nuevas energías, bioproducción, nuevos materiales, nanotecnologías, etcétera) constituye un activo importante para competir. Con ello, no solo se incorporarían eslabones de producción más avanzados a la estructura económica de Balears, sino que las empresas renovarían lo que producen y ofrecen y, lo más importante, el cómo lo hacen, es decir, mejoraría su eficiencia.

Sin embargo, para que esto ocurra, la empresa balear debe ganar dimensión, pues muchas de las empresas de las Islas no han alcanzado aún la dimensión crítica necesaria para alcanzar la eficiencia competitiva y responder así a los retos de la internacionalización, la innovación y la sostenibilidad. Y, en esta tarea no puede menospreciarse el rol de las asociaciones empresariales, no solo en la búsqueda de fórmulas que dinamicen la actuación estratégica de la pequeña empresa, principalmente a través de nuevas dinámicas de cooperación y colaboración, sino en el acercamiento de la política de competitividad a las empresas, especialmente a las pymes y microempresas, aprovechando la capilaridad y proximidad de las asociaciones empresariales.

Y es que liderar ‘la segunda transformación productiva’ de Balears requiere además de un amplio abanico de actuaciones, desplegar un marco favorable al cambio, trabajar transversalmente para dar respuesta a las necesidades de las empresas y alcanzar, entre todos, una ‘ventaja competitiva’ única y diferencial sobre la base de los activos que hacen a nuestras islas diferentes en el contexto global.