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La manifestación jocosa que tuvo lugar en Palma y en la que unos doscientos vecinos pedían, disfrazados de turistas, un carril para guiris es un paso más en esa lucha histórica por el espacio que antes se resolvía con extrema violencia y hoy de manera pacífica. Los que ya están defienden su territorio, mientras que los que llegan pretenden apropiárselo. Nada nuevo bajo el sol. Como tampoco son nuevas las quejas contra el exceso de turismo. A comienzos de siglo pasado ya Henry James en sus “cartas desde Venecia” escribía que lo peor de la ciudad de los canales era el exceso de visitantes, y no mucho después, en 1927, un desconocido autor se quejaba de la saturación de Bali, donde los turistas se podían contar uno a uno.

En general los locales no se quejaban y entendían que los beneficios económicos eran superiores a las molestias de todo tipo y, aunque estaban de acuerdo con la viejita de una isla griega que, cuando se quejaba de los visitantes y los comerciantes le decían que dejaban dinero, pedía que lo enviaran por cheque, se cuidaban muy mucho de expresarlo en alta voz. Antes eran los visitantes ilustres los que se lamentaban del exceso exigiendo una exclusividad a la que creían tener derecho, pero cuando son los nativos los que protestan es que la tesis de la viejita griega se ha impuesto.

Los defensores del turismo sin límites creen que protestar del exceso es “turismofobia” y algunos como el grupo municipal popular en el Ajuntament de Barcelona piden una comisión en la que figura el palabro, dando por hecho que existe, algo que niegan los que se manifiestan, aseverando que no están en contra del turismo sino del exceso de turismo, algo que parece razonable.

Pero algunos han ido un paso más allá. El pasado 23 de mayo César Javier Palacios escribía en 20 Minutos que “somos los guiris de nuestras ciudades”, es decir dándose por derrotado en esa pelea. En Palma se crea la asociacion ciudadana “la ciudad para quien la habita” que reivindica lo que dicen que es suyo, ignoramos si en exclusividad.

La conclusión para Palacios es que “esto del turismo sostenible empieza a ser una contradicción” dando por supuesto que el turismo destroza inevitablemente el espacio en que se ejerce, lo que constituye el ataque más profundo a este sector que yo haya leído en estos últimos años. Las autoridades deberían tomar buena nota de estas percepciones de parte de la población local para trabajar en favor del difícil equilibrio.