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Las reválidas y los deberes son por distintos motivos temas de actualidad. Mal síntoma es que un sistema educativo como el español, que ha dado signos a lo largo de los años de no ser lo eficiente que debería, genere discusiones en torno a dos conceptos anticuados como estos, en vez de buscar formas para que los estudiantes se preparen con más rigor para poder vivir con éxito y ser felices.

Para ello es necesario un cambio radical de la forma de enseñar en las aulas, con metodologías y recursos mucho más acordes a los nuevos tiempos. No es lógico que en la actualidad todavía los alumnos se sienten en filas de cara al maestro que imparte una clase magistral o que deban memorizar mucha información o que dediquen varias horas a realizar deberes fuera del horario escolar. Igualmente es un gran error que la única forma de evaluación de sus conocimientos sean los exámenes o pruebas escritas.

Los alumnos deben trabajar en grupos, según las bases del aprendizaje cooperativo; cada alumno tiene un rol en el grupo y periódicamente se cambian los roles, así como los grupos. El aprendizaje debe estar basado en la realización de proyectos y en la resolución de problemas o la superación de retos, en donde los estudiantes buscan el conocimiento necesario (accesible hoy en día muy fácilmente) y mediante un pensamiento crítico y creativo dan soluciones a esos problemas. Así aparecen nuevas formas de evaluación mediante rúbricas, que permiten medir su progreso sin tener que realizar un examen. Se valora más el trabajo en equipo y las habilidades de expresión y comunicación, pues también realizan presentaciones visuales.

Por todo ello, considero una buena noticia la suspensión de los efectos académicos de las pruebas finales de 4º de ESO y de 2º de Bachillerato conocidas como las reválidas, pues no hacían más que ahondar en los defectos de una educación arcaica. Y eso sin tener en cuenta, además, que estas reválidas hubieran sido posiblemente una barrera infranqueable para alumnos con dificultades de aprendizaje; sin olvidar que un sistema educativo fracasa sino consigue que todos los estudiantes tengan las mismas posibilidades de descubrir sus talentos.

Hay que avanzar hacia una educación personalizada y diferenciada.

Cada vez más colegios usan la flipped classroom” o clase invertida: el maestro da acceso a un vídeo sobre el tema a tratar para que los estudiantes lo vean primeramente en su casa y posteriormente en el aula les proponen actividades para que amplíen y desarrollen sus conocimientos. Con esta técnica el profesor tiene una labor previa, pero durante la clase quienes trabajan más son los alumnos y el maestro es un guía que les ayuda a progresar. En consecuencia, y si los estudiantes trabajan mucho y bien, en las aulas no es necesario que después de largas jornadas lectivas todavía deban realizar deberes en casa, más allá como decía de ver algún vídeo, invertir un tiempo razonable en realizar proyectos prácticos de interés o dedicar un tiempo a la lectura.

Otros sistemas educativos del mundo, sin reválidas ni deberes, obtienen magníficos resultados porque han sabido adaptar el aprendizaje a los tiempos actuales. Ese es el camino que debemos seguir.