El equipo humano que integra Sa Botiga de S’Uestrà. | Gemma Andreu

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A Alfonso Andreu, tercera generación de esta empresa familiar, no le gusta nada que lo llamen supermercado porque en realidad Sa Botiga de S’Uestrà o S’Uestrà, como popularmente se la conoce, mantiene todavía la esencia de un colmado de toda la vida en sus 450 metros de tienda. Magníficamente integrada en una casa típicamente menorquina, el pasado mes de junio celebró las bodas de plata de la apertura de su nuevo local entre amigos, clientes y proveedores, aunque en realidad habría que remontarse hasta mediados del año 1930 para conocer los orígenes de sa botigueta.

Con una facturación de casi cuatro millones de euros y una plantilla de treinta personas durante los meses de verano, s’Uestrà atiende a sus clientes con mimo durante todo el año y ha logrado convertirse no solo en punto de reencuentro anual para veraneantes sino también en uno de los establecimientos de referencia para las distintas urbanizaciones que componen el municipio de Sant Lluís.

ORÍGENES. Los primeros recuerdos que la familia Andreu tiene de su negocio provienen de un local en la calle Infanta de Maó, regentado por José Andreu García y Magdalena “Nena” Cardona Sintes. “Tenemos que imaginar un pequeño colmado de alimentación donde se mezclaban los aromas del café y el bacalao”, explica Alfonso Andreu. Sucesivos traslados los llevaron desde Maó hasta Sant Lluís, con la misma filosofía de pequeña tienda en la que colaboraba toda la familia y en la que también vivían.

Con el paso del tiempo, el padre de Alfonso, José Andreu Cardona, contrajo matrimonio con Esperanza Olives y fue asumiendo la dirección de la tienda, combinando su trabajo como albañil o soldador de bisutería. De este matrimonio nacieron los actuales propietarios, los hermanos José Luis, Santiago y Alfonso, que ayudaban en la tienda. Se fueron haciendo pequeñas reformas que, por ejemplo, convertían un garaje en almacén y que hacían crecer los metros disponibles. “Recuerdo que no había pasado mucho tiempo cuando una compañía que tenía que ejecutar unas obras del tendido eléctrico en la zona nos pidió si sus trabajadores podían comer en nuestra casa, y como teníamos la cochera habilitada, mi madre dijo que sí”, comenta Alfonso Andreu.

El talento de Esperanza Olives en la cocina provocó sin quererlo que se empezaran a servir comidas y el negocio creciese al mismo ritmo que se empezaba a desarrollar las urbanizaciones de Sant Lluís. Durante los inviernos, aprovechaban para hacer sobrasada en un obrador que disponían en la vivienda, con la ayuda de los vecinos de la zona.

En junio de 1968 inauguraron la ampliación de Sa Botiga en la que las distintas reformas dieron más metros cuadrados que provocaron que la tienda se llenase de gente que reservaba para cenar o que acudía a proveerse. Ambos negocios iban creciendo pero la familia Andreu Olives decidió apostar definitivamente por la tienda en el año 1976, ya que no podían compaginar las dos actividades al mismo tiempo.

TRASLADO. A principios de los años ochenta, los tres hermanos asumieron definitivamente las riendas del negocio con la voluntad de modernizarse y crecer hacia un autoservicio en el que poder ofrecer más productos de alimentación.
En un primer momento se pensó en reconvertir la antigua tienda junto con la casa pero acabaron optando por trasladar Sa Botiga a unos terrenos cercanos a la tienda que se habían comprado unos años antes. Fue en noviembre de 1990 cuando se puso el primer hormigón en los cimientos, y el proceso culminó en junio de 1991 con la inauguración de la nueva tienda que mantenía la forma de caserío. Con el nuevo local llegó también el reto de aprender y adaptarse, con la contratación de más personal, las necesidades de organización de la logística o las compras para poder ser rentables en temporada alta y en temporada baja.

“Secciones como charcutería, carnicería y fruta se quisieron mimar especialmente, al mismo tiempo que apostábamos por productos de primera calidad”, añade el gerente. Una de las obsesiones de Alfonso Andreu por el trato familiar fue apostar por un tipo de estantería más bajas. Con ello se facilitaba que el cliente pudiera tener contacto visual con el resto de clientes y, de este modo, le facilitaba poder reencontrarse con gente conocida. Esto ha sido uno de los motivos que S’Uestrà se haya acabado convirtiendo en un punto de encuentro. Año tras año se introducían mejoras enfocadas a fidelizar su clientela, como por ejemplo abrir los domingos y no cerrar al mediodía durante el verano.

AMPLIACIONES. En el año 2005 construyeron un nuevo almacén que contribuyó a su idea inicial de dedicarse a la alimentación pero también de hacer matanzas y restauración como había hecho en el pasado. Se hicieron nuevos cambios en el local de S’Uestrà, como un obrador para panadería, una sala de despiece y una ampliación de la zona de refrigeración.

Tres años más tarde montaron una cafetería adyacente al negocio que ha servido como complemento para sus clientes y que se ha convertido en un lugar habitual de desayunos. También aprovecharon para construir una bodega de marés debajo del propio almacén que les sirve para curar las sobrasadas y madurar quesos para sus clientes. Uno de los proyectos en mente es que esta zona pueda ser visitada y organizar alguna degustación.
En 2011 dieron un paso más en la expansión del negocio con la apertura de una tienda de dietética en el propio municipio de Sant Lluís para cubrir la demanda que no podían atender en Sa Botiga.