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El más importante derecho social es el derecho al empleo. El empleo permite independencia económica, autoestima e inclusión social, y ayuda a desarrollar las capacidades personales. Los españoles valoran mucho tener un trabajo de buenos ingresos, fijo y de buena jornada, y se sentían felices los años previos a la Gran Recesión de 2009, pues el desempleo era muy bajo, y las oportunidades, los ingresos y la seguridad de tener trabajo, altos. Era la época de la burbuja inmobiliaria y del dinero barato, pero la recesión acabó con todo esto, llegó el desempleo masivo y la precariedad y la pobreza relativa y también la estupidez de las políticas europeas de austeridad que dieron lugar a una nueva recesión en 2011-2013. El desempleo superó el 25% de la población activa y puso en peligro la cohesión social. Esta situación en gran parte se podía haber evitado con una política económica similar a la de EEUU de estímulo a la demanda con masiva inversión en infraestructuras y conocimiento y una reacción más rápida del Banco Central Europeo. El ciudadano español, que era en 2008 individualista, poco participativo y sin responsabilizarse por lo público, cambió en los años de crisis modificando sus comportamientos con solidaridad familiar, aumento del voluntariado y el autoempleo, y volcándose en lo público con movimientos como el 15M y partidos nuevos con ideario regenerativo.

Pero la crisis económica ha enmascarado un cambio más profundo aún, que afecta a todo el sistema de producción y distribución de bienes y de generación de rentas, y de forma brutal al empleo y la desigualdad. Es la Revolución Tecnológica Digital. Hasta ahora todas las revoluciones industriales destruían empleo pero también creaban nuevos en cantidad suficiente. Ahora no. La Economía Digitalizada va ampliando su parcela hasta constituirse en un nuevo modelo productivo que se distingue de las revoluciones anteriores en que destruye empleo masivamente y crea empleo diferente y escaso. La robótica, la microelectrónica, las telecomunicaciones han creado un mundo digital con nuevos productos y costumbres que destruyen empleos en todas las áreas. En las fábricas con la robotización, en la intermediación con el autoservicio generalizado, en el comercio, en el alojamiento, en los transportes, en la educación, la sanidad, en las profesiones liberales y en la economía colaborativa en que el usuario sustituye al trabajador. Este nuevo modelo productivo está ya en nosotros con consecuencias desastrosas para la cantidad y la calidad del empleo, sin que obnubilados por la crisis hayan reaccionado los dirigentes económicos y políticos de gobiernos, parlamentos, sindicatos y patronales. Habrá ganadores y perdedores, los primeros serán pocos y estos últimos muchos, afectará a trabajadores cualificados y no cualificados de forma masiva.

También es una gran oportunidad siempre que se reaccione a tiempo y se garantice un mejor reparto social de la rRenta generada por Europa. A medida que se vaya generalizanmdo este nuevo modelo productivo las políticas de inclusión social han de irse adaptando. En este momento lo más urgente es cambiar la política macroeconómica europea impulsando inversiones en infraestructuras y conocimiento, con políticas activas de empleo y evitando que los desempleados pierdan la prestación económica. Con esto se evitaría que caigan en la pobreza los hogares más vulnerables. A medio plazo impulsando un Impuesto de la Renta que no solo recaude de los que tienen rentas sino que complemente los ingresos a los que no las tienen o la tienen por debajo de un mínimo preestablecido. Una sociedad digitalizada será mas rica pero plantea el grave problema de la desigualdad y la cohesión social. Una sociedad que ha alcanzado un nivel elevado de riqueza puede ofrecer la garantía de un sustento mínimo para todos. Se trata de garantizar a las familias una seguridad económica mínima, trabajen o no, e ingresos mayores para aquellos que aporten conocimientos iniciativas, creatividad y productividad. Se evitaría la pobreza sin menoscabo del esfuerzo personal y el mérito en una rica economía en la que en último término el trabajo ha sido sustituido por la inteligencia artificial.

Además es una gran oportunidad para potenciar la educación, las artes, las ciencias y la cultura, en la que todos pueden participar activa o pasivamente de forma que se cumpla el ideal de los primeros economistas clásicos. Que la economía deje de ser una ciencia lúgubre y que le demos la vuelta a la maldición biblica. No hemos venido a la vida para sufrir sino para disfrutar.