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Uno de los grandes debates económicos y sociales que no está recibiendo la importancia requerida es el profundo cambio generacional y el proceso de envejecimiento de nuestra sociedad.

Los recientes procesos electorales vividos en España y en otros países muestran que los nuevas opciones políticas atraen de forma mayoritaria los votos de la generación milenial, personas nacidas entre los años 1980 y 2000 y que actualmente tienen entre 16 y 36 años. Tal y como señalaba recientemente The Economist, son la generación más preparada de la historia pero también la que más tarde está abandonando el hogar de sus padres (especialmente en EEUU) y la que más dificultades tiene para adquirir una vivienda.

Por el contrario, la generación Babyboomer que en EEUU agruparía a los nacidos entre los años 1946 y 1964, y que en España asociamos hasta los nacidos una década más tarde, son la generación más numerosa y económicamente más afortunada de la historia. En el Reino Unido se considera que esta generación que hoy tiene entre 51 y 71 años adquiere el 80% de los coches de alta gama y el 80% de los cruceros más caros, o como decía recientemente el gerente del fondo de inversión Golden Age (Lombard Odier Investments), “son un grupo económicamente atractivo porque el número de personas con más de 65 años crece 3 veces más rápido que las generaciones más jóvenes y en algunos países acumula tres cuartas partes de la riqueza financiera”.

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No es de extrañar que las empresas especializadas en dicho grupo de edad florezcan. Los mayores de más de 60 años utilizan 3 veces más fármacos, complementos alimenticios y vitaminas, y las mujeres consumen tres veces más cosméticos que las de 30 años. Durante estos años de recesión, el consumo de audífonos y bótox no ha dejado de crecer y en turismo los cruceros han sido la estrella del mercado.

En muchos países las generaciones más jóvenes se encuentran con personas mayores que concentran la riqueza y el poder y que tardan cada vez más años en darles el relevo. The Economist citaba países como Alemania donde hay una transferencia neta de riqueza de los jóvenes hacia los mayores, lo que aparentemente es contra natura. El problema es que esta tendencia se tiende a acentuar. Cada vez hay más personas recibiendo una pensión y menos cotizantes y el patrimonio privado de los mayores tarda cada vez más en llegar a la siguiente generación. En España las personas con más de 65 años se han multiplicado por dos en los últimos 30 años llegando a representar en 2015 el 18% de la población. Hoy en día el gasto en pensiones ya representa más del 12% del PIB, lo que supone un 30% de todo el gasto público nacional. Según el INE, en 2030 la población de más de 65 años alcanzará el 30% (casi el doble de la actual) y según la ONU este porcentaje será del 40% en el año 2050. Sobran comentarios.

Queda claro que existe y existirá un debate sobre la distribución de la riqueza intergeneracional y de los efectos sociales y económicos del envejecimiento. Este debate es acuciante. Según el FMI una parte importante del menor crecimiento europeo y asiático actual se debe a la menor productividad de una mano de obra cada vez más envejecida. China ha perdido 4,87 millones de trabajadores de su población activa solo en 2015, y Japón y Corea del Sur empiezan a tener problemas al haber menos trabajadores disponibles. Aunque en España hay actualmente un problema de paro, en un futuro no muy lejano podemos encontrarnos con igual problema.