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Quisiera empezar el artículo de este mes dando las gracias a los lectores de El Económico, en especial a aquellos lectores que comentan los artículos. Al menos en mi caso, me permite apreciar aquellos aspectos de la Economía Social y del cooperativismo que no he sabido aclarar. Así, basándome en las preguntas e indicaciones de un lector de mi anterior artículo, intentaré explicar, entre otras cosas, de qué hablamos cuando hablamos de Economía Social.

Bajo el marco de la Economía Social, regulada en la Ley 5/2011, se enmarcan empresas de todos los tamaños y que actúan en todos los sectores económicos. Las cooperativas, sociedades laborales, mutualidades, empresas de inserción, centros especiales de empleo, cofradías de pescadores y asociaciones del sector de la discapacidad son ejemplos de esta forma de hacer empresa. Cuando hablamos de empresas de Economía Social, nos estamos refiriendo a una forma específica de hacer empresa que aporta un valor añadido adicional al proceso de generación de riqueza y empleo. Un valor añadido que marca una diferencia respecto de otras formas de empresas, fundamentalmente derivado por la primacía de la persona por encima del capital, por su espíritu democrático en la toma de decisiones, por el reparto de beneficios con criterios colectivos, por el cumplimiento de los fines estatutarios y por la promoción de la solidaridad interna, la cohesión y responsabilidad social.

En definitiva, representamos un modelo de empresa, entre la que se encuentra el cooperativismo como columna vertebral de las empresas de Economía Social en España, de la que CEPES es el máximo representante a nivel estatal, representando los intereses de más de 45.000 empresas, cuya facturación supone el 10% del PIB, 2,3 millones de puestos de trabajos y más de 12 millones de personas asociadas.

Seis empresas españolas pertenecientes a CEPES lideran cuatro sectores a nivel mundial, tres en Europa y más de una docena en el mercado nacional, según un ranking elaborado por la propia organización. Es la demostración de que una cooperativa puede funcionar en sectores que no son el agroalimentario o el educativo. En concreto, en un ambiente competitivo como el tecnológico, Copreci es líder global en fabricación de componentes de regulación de gas para electrodomésticos; o el ejemplo de Orkli, líder mundial en sistemas de seguridad de termoeléctricos con sus grupos magnéticos y termopares. Y hay muchos otros ejemplos de empresas de Economía Social que son líderes.

En los últimos siete años se han creado más de 29.000 empresas de Economía Social en España y más de 190.000 empleos. Sin embargo, muchos proyectos se enfrentan a la insuficiencia de fondos propios y a un endeudamiento excesivo que limitan su viabilidad, teniendo que recurrir a otros inversores. Pero no inversores como el que comenta nuestro lector, que asigna dinero a las mejores inversiones para sacar la máxima rentabilidad. Eso no es Economía Social. Sí lo son, en cambio, el Grupo Cooperativo Cajamar, Laboral Kutxa o la cooperativa de servicios financieros éticos y solidarios Coop57, ya que todos comparten los principios y valores de la Economía Social.

El primero de los siete principios cooperativos es la adhesión voluntaria y abierta a todas las personas capacitadas para utilizar sus servicios y dispuestas a aceptar las responsabilidades de ser socias, sin discriminación por motivos de sexo, raza, situación social, política o religiosa. Una cooperativa no es un club. Soy socia de una cooperativa que el año que viene cumplirá 50 años y me siento orgullosa de ello. Sin embargo, tal y como decía Groucho Marx, “nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo”.