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El 28 de julio había en Balears 1.962.738 personas, es decir un 77,8% más que la población censada en el Archipiélago (1.103.959 residentes). Así se desprende de los últimos datos del Índice de Presión Humana publicados esta semana por el Ibestat que, una vez más, demuestran cómo la temporada turística ha sido histórica en cuanto a número de visitantes y que la densidad demográfica en las Islas también ha sido de récord.

En el día máximo de Presión Humana del mes de julio, Balears acogió 858.799 personas consideradas población estacional. Es decir, personas no empadronadas en las islas que pueden ser tanto turistas, como visitantes o trabajadores de temporada no registrados en el censo. Si hacemos la comparativa, por cada 10 baleares empadronados había 7,7 personas consideradaras población estacional. Estas cifras son acordes a las que se han registrado durante todo el año con una tendencia a la alza respecto a años anteriores (ver gráfico adjunto).

No en vano, durante el mes de julio llegaron a Balears 2.512.757 turistas, un 3,21% más que en 2014. En consecuencia, también se incrementó el Índice de Presión Humana, la carga demográfica de un territorio en un momento concreto y que se calcula no tanto para conocer datos turísticos sino para el control de uso de recursos, generación de residuos y energía que se necesita en estos periodos cuando las Islas acogen a tantas personas.

En el caso del 28 de julio la presión humana se incrementó en 49.717 personas más que en julio de 2014. Es más, si comparamos los datos desde 2004 vemos cómo Balears ha incrementado un 24,6% su población estacional, mientras que el censo solo aumenta un 15,5%.

Aun así, falta conocer los datos registrados durante agosto, mes en que se prevé un incremento mucho mayor. El año pasado se registraron 1.983.877 personas en un único día, el 7 de agosto, que fue el récord del año y récord también histórico en el Archipiélago.

Para el catedrático de Geografía Humana de la UIB, Pere Salvà, este incremento puede llevar a una sensación de “angustia residencial”. El catedrático universitario asegura que la estacionalidad tiene dos vertientes: “Es mala como apunta el sector turístico, pero a la vez es buena en criterios de sostenibilidad; y digo buena porque si no hubiera estacionalidad sería insostenible”, explica. Se refiere al uso de recursos medioambientales que se precisan para acoger esta cantidad de población en un archipiélago de 4.992 kilómetros cuadrados.

“Se supone que vivimos en un lugar que muchos consideran un paraíso, pero este paraíso está colapsado tres meses al año, cuando la población casi se duplica. Esto implica, más consumo de territorio, más consumo de recursos energéticos y más generación de residuos, entre otros aspectos”, sentencia.

Además, Salvà asegura que esta “angustia” es mayor en las islas menores. Precisamente al analizar los máximos históricos del Índice de Presión Humana durante agosto de 2014 vemos cómo la presión demográfica es mucho más elevada en las Pitiüses que en Mallorca.

ÚLTIMA DÉCADA. El número turistas que visitan Balears se ha incrementado en la última década, por lo que también ha aumentado el Índice de Presión Humana. En estos diez años la población flotante de Balears se ha incrementado un 24,6%. Es decir, si en agosto de 2004 el récord de personas en un día era de 706.363, esta cifra en agosto del año pasado aumentó hasta las 880.435 personas estacionales. Tal y como apunta Pere Salvà, en el caso de las islas menores, los porcentajes se disparan ya que el incremento en una década ha sido de un 36,3% en Eivissa y Formentera.

OFERTA NO REGLADA. El decano de Turismo de la UIB, Bartomeu Deyà, vincula este elevado incremento de la población estacional al aumento de la oferta de los alojamientos turísticos no reglados “surgidos en buena parte por las nuevas tecnologías”. “No entraré a valorar si estos indicadores demográficos son o no sostenibles, esto se lo dejo a los expertos en demografía humana”, explica mientras achaca las cifras a un incremento “más que considerable de la oferta alegal” que se genera durante los meses de verano.

“Hasta ahora había un compromiso entre los diferentes sectores de alojamientos turísticos que durante la temporada alta no se incrementara la ya de por sí alta afluencia de visitantes. Con la entrada en el mercado de las viviendas vacacionales a través de internet este compromiso se ha roto”, explica el experto. Deyà asegura también que, si continúa al alza, Balears llegará a una situación de “insostenibilidad” por lo que se refiere a consumo de territorio y recursos energéticos.

Si analizamos los datos de 2014, el día 7 de agosto fue el día que hubo un Índice de Presión Humana más elevado en Balears. Así, por cada diez residentes de Mallorca había 6 personas consideradas población estacional. La cifra se incrementa en el caso de Menorca: por cada 10 menorquines censados había 13 personas de población estacional. Y en el caso de las Pitiüses esta cifra llegaba a las 14 personas de población estacional por cada 10 residentes (ver gráfico adjunto).

Es más, el 10 de agosto del año pasado había 375.140 personas en Eivissa y Formentera cuando los residentes censados son realmente 151.816. Es decir, la población estacional era un 147% superior a los residentes habituales.

También hay que destacar que las cifras aumentan no solo a nivel de población estacional, sino también se incrementa el número de personas censadas en el conjunto del Archipiélago. Desde 2004 las Pitiüses han incrementado su censo en un 33,9%; Menorca lo ha hecho en un 12,6% y Mallorca en un 13,1%.

DISEMINACIÓN. En una línea muy similar a la del decano Bartomeu Deyà, también se postula el doctor en Geografía de la UIB, Ivan Murray, que asegura que la sensación de “saturación” no viene dada solo porque haya una mayor afluencia turística sino porque se han “consolidado nuevas formas de producción turística y estas se han diseminado por prácticamente todo el territorio”.
En este sentido, Murray explica que los visitantes ya no se van a las zonas turísticas tradicionales, sino que empiezan a trasladarse a nuevos espacios que hasta ahora habían quedado al margen de la actividad turística “ya que había zonas que no tenían como objetivo la producción de alojamiento turístico”, asegura.

Así pues, la entrada en escena de unos “alojamientos turísticos no reglados dentro del espacio urbano” ha dado esta sensación de mayor incremento de turistas y “conlleva que prácticamente todo el espacio de las Islas se convierta en alojamiento turístico”, refiriéndose así a los alojamientos vacacionales como también hacía Deyà.

Murray es muy contundente: “No es una cuestión desbordada de masificación turística; ya estábamos masificados. Lo que pasa es que hay una nueva distribución de estos turistas con unas nuevas pautas de funcionamiento. Parece que hay más porque ahora tienen unas mayores pautas de movilidad”, matiza.

El catedrático Pere Salvà va más allá y analiza dónde se ubica esta población estacional: “Tenemos una oferta turística sobre la cual discutimos mucho. Sabemos que unos 6 millones de turistas se alojan en hoteles pero tenemos entre 3 y 4 millones que no sabemos dónde pernoctan. Hay que van a casas de amigos, parientes, etc., pero no todos”, explica al referirse a las viviendas vacacionales, regladas o no.

Salvà considera que debería haber un límite demográfico y “este límite pasa por poner hitos urbanísticos”. “No podemos poner controles en los aeropuertos ni limitar que alguien venga o no. Los únicos límites son los límites urbanísticos legales. Tenemos derecho a la movilidad humana, por lo que solo podemos limitar el crecimiento en función de las necesidades energéticas, de agua y de angustia, y eso se hace buscando una calidad de vida para todos”, añade.

Desde el punto de vista demográfico, Salvà cree que el límite de la población residente estaría sobre el millón de personas. “Luego podríamos aguantar sobre unos 400-500 mil turistas”. Para el catedrático, en el momento máximo Balears podría acoger alrededor de un millón y medio de personas, pero sin llegar a los dos millones. “Estamos superados, y sin tener en cuenta los planteamientos ecologistas”, concluye.

El análisis de Ivan Murray va más allá y recalca el conflicto “social” que se genera con la dispersión de la actividad turística. “Es lo que se está produciendo en espacios que tienen multiplicidad de usos y que ahora pasan a ser turísticos”. “Yo vivo en un barrio de pescadores y hay 4 o 5 casas que se alquilan a turistas; esto puede generar una conflictividad de convivencia urbana”, explica para añadir que es un “potenciador de desigualdades sociales” ya que “la vivienda deja de tener una función social para tener una función turística”, sentencia.