TW
2

Desde una perspectiva temporal, el sector industrial ha recortado progresivamente la importancia relativa sobre el Producto Interior Bruto de Balears a medida que, al igual que en la mayoría de economías occidentales, la estructura productiva se ha terciarizado y, cada vez más, ha tendido a especializarse en la provisión de servicios. En este contexto, la aportación de la industria al producto interior bruto del Archipiélago, cifrada en el 6,9% según la contabilidad regional de España relativa a 2013, es significativamente inferior a la media española (16,1%), y todavía más a la europea (19,2%). Un hecho que se amplifica si de las cifras se detraen las ramas energéticas y las orientadas a la provisión y saneamiento de aguas y la gestión de residuos, pues la importancia relativa de la industria manufacturera se reduce a un porcentaje (2,9%) que apenas equivale a la cuarta parte del nacional (12,1%) y a la quinta parte del europeo (15,3%).

Ante esta situación son muchas las voces que abogan actualmente por la reindustrialización, no tanto por nostalgia sino por competitividad. No en vano, está empíricamente demostrado que la contribución potencial de la industria a los agregados macroeconómicos es elevada, dado que los niveles de productividad y salarios exceden a la media. Al mismo tiempo, el sector industrial presenta una elevada capacidad innovadora y es susceptible de acoger mejoras tecnológicas y promover la absorción de capital humano cualificado. No es extraño, pues, que la Comisión Europea apueste, tal y como ha manifestado a través de diversas comunicaciones, por un renacimiento industrial europeo, señalando la importancia de incrementar la aportación de la industria manufacturera hasta el 20% del Producto Interior Bruto comunitario para el año 2020. Ahora bien, respecto del objetivo de mejorar la competitividad a través de la reindustrialización del tejido producto, es preciso señalar la necesidad de abordar diferentes escollos que, actualmente, podrían limitar el proceso. Según fuentes europeas no puede obviarse el perfil bajo que sigue manifestando la demanda interna, así como los niveles insuficientes de I+D+i para proceder a una verdadera modernización de la base industrial. A este conjunto de cuestiones tampoco escapan las dificultades de acceder de forma asequible a determinadas materias primas, fuentes energéticas y capital humano especializado, así como la pervivencia de entornos regulatorios y administrativos a veces poco flexibles para promover la creación de empresas o el crecimiento de las existentes.
Así las cosas, el escenario altamente globalizado e interconectado en el que debe llevarse a cabo el proceso de reindustrialización recomienda trabajar desde un enfoque integral que identifique prioridades transversales en ámbitos tan diversos como la innovación, la energía, el medio ambiente, la educación, el sistema financiero, la estructura empresarial o las infraestructuras y el transporte, entre otros, dada su incidencia sobre la productividad de las unidades industriales del tejido regional que se ven obligan a comercializar sus productos en mercados internacionales.

Balears aborda, pues, en este ámbito un doble desafío. El que supone garantizar la evolución futura de la industria manufacturera local y, a la vez, asegurar la contribución activa de la misma a la mejora de la competitividad regional. Un reto que requiere formas de proceder también distintas. Los planteamientos basados en enfoques limitados tanto desde el punto de vista sectorial como territorial ya no son válidos. La industria balear es capaz de tejer un rico tapiz de relaciones con el resto de la estructura productiva regional y, a la vez, competir en cadenas de valor de cada vez más globales, ricas y complejas.