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Desde los tiempos del gran economista anglo-holandés de origen sefardí David Ricardo, los economistas estudian con detalle cómo a medida que las economías se van integrando en contextos internacionales pueden seguir la correcta estrategia de la especialización sectorial, en lugar de la diversificación más propia de la autarquía.

Ciertamente, la teoría de las ventajas comparativas muestra la conveniencia de especializarse en la producción de aquellos bienes o servicios en los cuales los países son más eficientes que en otros.

Y eso, a pesar de que no se tenga una ventaja absoluta en la fabricación de ningún producto.

A Ricardo su doctrina le costó la enemistad del poderoso lobby de los terratenientes británicos de su época, cuya ostentosa forma de vida relató Jane Austen. Estos promovieron, con argumentos pretendidamente favorables al interés nacional, las Corn Laws o Leyes de Granos, vigentes entre 1815 y 1846, que establecían fuertes aranceles a la importación de trigo y otros cereales a fin de mantener los precios elevados. La principal consecuencia fue dificultar la especialización del Reino Unido en otros bienes de mayor productividad como era el caso de los bienes industriales, retrasando así el crecimiento económico del país.

Sin duda, los lobbies de los diferentes sectores y ámbitos cumplen un papel importante, e incluso necesario, como informadores de los grandes temas que les afectan, lo que permite perfeccionar la oportuna regulación, ya que nadie conoce mejor que ellos los elementos más relevantes de su sector. Además, también suelen aparecer lobbies que actúan como contrapeso de otros. Por ello, sin su experiencia la tarea de gobierno se complica.

Pero, al mismo tiempo, presentan el grave inconveniente de segmentar la actividad económica, lo que dificulta la especialización de los países y regiones en donde operan, al oponerse a cualquier forma de competencia que les pueda afectar y al obstruir de esta forma la correcta asignación intersectorial de los recursos. Para eso suelen utilizar, preferentemente, la tesis favorable a la diversificación económica, revistiéndola, directamente o a través de voceros, de defensa del interés general, que incluso pueden llegar a perfeccionar convirtiéndola en ‘visión de estado’, a pesar de que resulte obvio que representan intereses particulares.
Es por eso que resulta sumamente importante que la sociedad sea capaz de identificar correctamente el papel que le corresponde a cada actor, sin que estos se mezclen ni confundan, evitando la segmentación y compartimentación de la actividad económica, al ser una de las formas preferidas de evitar la libre competencia, lo que equivale a anteponer los intereses parciales a los generales.