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Los bajos tipos de interés, que en algunos países de la zona euro cayeron en 2014 por debajo del cero, por las radicales medidas impuestas por el BCE consecuencia de los programas de recapitalización bancaria y para atajar la endiablada situación económica, han propulsado la venta de productos complejos con el espejuelo de una rentabilidad más atractiva a inversores no profesionales.
Con objeto de que estos pequeños inversores puedan comprender el nivel de riesgo que asumen, la CNMV ha diseñado un original código de colores que tiene en cuenta el riesgo de no recuperación del capital al vencimiento, la solvencia del emisor, el plazo de vencimiento, las características técnicas del producto, así como la divisa en que está denominado.

El gráfico se basa en una escala piramidal de cinco colores y letras, a semejanza de la clasificación energética de los electrodomésticos en Europa, en el que el verde (letra A) situado en la cúspide indica el riesgo más reducido mientras que el rojo (letra E) corresponde al riesgo más elevado que está en la parte baja.

La clasificación de cada instrumento financiero se hace de acuerdo con las normas técnicas establecidas en los baremos ad hoc: vencimientos, moneda en que estén nominados, ratings, derivados, etc.

Además también se facilita información gráfica (con iconos de exclamación -¡!- y/o candados) sobre los instrumentos financieros complejos o no recomendados para los pequeños inversores, como bonos, cocos, CFD, swaps, OTC y otros productos sin compromiso de devolución de capital, que no exista mercado, fondos de inversión de rentabilidad objetiva…

Estos gráficos deberán incluirse en toda la publicidad y folletos, tanto en soporte papel como en internet, con la finalidad de evitar las desgraciadas confusiones que se produjeron con la invasión de emisiones de acciones preferentes por parte de las entidades financieras españolas.

En nuestra opinión, solo los productos financieros etiquetados en verde son adecuados, por sus características, para los pequeños inversores no profesionales. Así los de la clase A (verde oscuro), están nominados en euros, con un vencimiento de devolución del capital máximo de tres años. La entidad emisora ha de tener el rating como mínimo igual al del bono soberano de España.

Los instrumentos financieros de clase B (identificados con el color verde claro) han de tener un vencimiento no superior a los diez años y el rating del emisor tiene que ser, como mínimo, de Baa3 de Moody’s (instrumentos financieros de inversión a largo plazo, con riesgo de grado medio-alto y sujeto a riesgo crediticio moderado) o equivalente en las otras agencias de calificación. Si estos productos están emitidos en divisa distinta al euro se exige que la entidad emisora tenga la calificación crediticia de la clase A y el plazo igual o inferior a tres años.

El semáforo del riesgo pretende mejorar la protección al pequeño inversor, alertándolo de aquellos activos financieros inadecuados a su perfil de riesgo, que podrá detectar, como en un semáforo convencional el nivel de riesgo: rojo igual a peligro y verde, paso libre. Se trata de una medida simplista que no intenta valorar técnicamente la etiqueta de cada producto y con seguridad aparecerán situaciones comparativas extremas en las que el riesgo o su ausencia pueden entrar en colisión con su percepción.
A título personal confiamos que estas medidas que permiten detectar a simple vista los riesgos de los productos financieros contribuirán a una mayor y mejor transparencia en los mercados financieros incrementando la seguridad jurídica.