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Como pionero de la hotelería en la zona y testigo de sus décadas de “gloria”, no he podido sustraerme a la tentación de matizar la corriente de informaciones y editoriales que cada día dibujan una situación preocupante que deteriora un destino como Magaluf.

Magaluf es, ante todo, un destino turístico que mantiene un alto potencial, con una playa magnífica adornada por palmeras y pinos, cuya exitosa trayectoria se truncó en los 90 de la mano de dos inmensos errores: convertirnos en un destino estándar, que muchos visitantes ni siquiera llegaban a identificar, y apostarlo todo al “maná” de touroperadores que nos cambiaron por destinos emergentes del Mediterráneo oriental a las primeras de cambio. La crisis económica nos dio la puntilla en 2008.
Así, mientras el turismo familiar tradicional de la zona caía, algunos se especializaron en un nuevo segmento: el turismo llamado de “ borrachera”, que colonizó una serie de calles como reclamo para un sector de población muy joven procedente en su mayoría del Reino Unido, “jaleados” por una serie de medios de comunicación poco responsables en inauditos y gamberros reality-shows.

Pero esta situación puede volver a cambiarse. Desde hace unos años, otra oferta está siendo impulsada en Magaluf; ante la disyuntiva de abandonar el destino a su suerte, o creer en su potencial e invertir para recuperarlo, muchos hemos optado por esta última vía, y a pesar de ello, Punta Ballena, la calle representativa por excelencia del turismo etílico, sigue dañando –y mucho– la imagen de ese otro Magaluf que lucha por una oferta más ética y de mayor calidad.

Además, Punta Ballena y lo que esta significa “expulsan” al turista de calidad, el que nos interesa y aporta rentabilidad y sostenibilidad al destino, y surge la pregunta: ¿A quién puede interesarle tolerar esta situación? Tras demasiado tiempo viendo cómo el problema se agravaba año tras año, exigimos que la ágil reacción del Govern convocando a todas las instancias competentes se transforme rápida y eficazmente en hechos, actuando en destino y en origen contra las prácticas aberrantes y los abusos contra la ley y la seguridad ciudadana.

A pesar de nuestros esfuerzos para tener un buen producto y hacer las cosas bien, sabemos que nos va a costar mucho afrontar la reposición de nuestra reputación como destino, machacada sistemáticamente por los que tratan de convertirlo en un plató de televisión para degenerados. Y desde luego, no podemos hacerlo solos: las autoridades tienen las armas legales, administrativas y de orden público para frenarles, y resolver de una vez por todas esta lacra que nos perjudica a todos.
Por todo ello, espero que esta vez vagi de debò, y que el desgraciado escándalo de este verano haya sido el último. Debemos decidir el modelo de turismo que deseamos y apostar todos juntos por ello: de nada sirven nuestros esfuerzos por ofrecer otra Mallorca si los que tienen el poder y la responsabilidad de resolverlo siguen tolerando que unos pocos irresponsables continúen malogrando nuestra imagen, nuestra convivencia y nuestro futuro.

Es la hora de actuar: o nuestras autoridades afrontan esta situación con valentía y antes de que sea demasiado tarde, o tendremos que lamentarlo.